"Las mujeres saben siempre cuándo se las mira, aun sin verlas, y cuándo se las ve sin mirarlas." Un típico retrúecano de Unamuno, pero que contiene una gran verdad. Las mujeres dejan siempre un rastro. O una impresión, no sólo fotográfica. Mis hijas dejan un rastro de coleteros por todas partes, como si fueran las migas de pan de Pulgarcito. Las jovencitas dejan un rastro de perfume. Otras se llevan algo siempre consigo, y no sólo las miradas. Algo de uno. Puede ser un recuerdo, un deseo, una cancioncilla, un tono de voz, un trozo de corazón o la raíz siniestra de una pasión. Una prenda. Garcilaso lo sabía bien, cuando decía que las mujeres nos cortaban a su medida, en un soneto de los suyos. de hecho, hasta los sonetos son el rastro de una pasión. Y los boleros, ay, los boleros,
Ni contigo ni sin ti
tienen mis males remedio:
contigo porque me matas
y sin ti porque me muero
Y también aquella famosa copla de Quintín Cabrera:
Niña, te quiero tanto,
niña, tanto te quiero,
que si me sacan los ojos,
te miro por los agujeros.
O aquella del famoso bolero:
Reloj, no marques las horas,
porque voy a enloquecer;
ella se irá para siempre,
cuando amanezca otra vez...
O la de aquel otro:
Eres mi vida y mi muerte,
te lo juro, compañero;
no debía de quererte,
no debía de quererte,
y, sin embargo, te quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario