miércoles, 4 de junio de 2008

Dios

"Nada nace de la nada, nada vuelve a la nada", dice Lucrecio, uno de los pocos grandes poetas del ateísmo, junto con Thomas Hardy, Ludwig Feuerbach y Giacomo Leopardi. No se puede decir que leer a estos sujetos levante el ánimo, precisamente, pero también es cierto que sus palabras no defraudan si lo que se busca en ellas es la sustancia elemental de la verdad, sin la cual la vida no tiene sentido, porque entonces sería lo que decía Calderón, un sueño, o lo que querían ponerle ante los ojos a don Quijote, magia. No es ni sueño ni magia, sino un ser o no ser, una sístole y una diástole, o, más bien, esa pobre ramita de cerezo que le quedaba a Kurosawa en el primero de sus Sueños, humilde cosa, en verdad, pero algo a fin de cuentas. "los hombres mueren y no son felices", dice el Calígula de Camus. Uno va perdiendo las fuerzas, nota que las enfermedades se le tardan más en curar y va empezando a perder las cosas: la ilusión, el tiempo, el entusiasmo, la salud... Nota que los deseos son interminables o que, como dice sabiamente el Eclesiastés, "todo el trabajo de un hombre es para su boca y, sin embargo, este ansia no se sacia nunca". Muchos viejos consideran que el sentido de la vida es su pensión; yo no sé cuál es el sentido de la vida, ni siquiera de la mía; mi suegra opina que es ser querida por nosotros, lo que demuestra su grandeza de alma; yo pienso algo parecido y, como los griegos y los viejos guerreros castellanos, me gustaría morirme acompañado y sintiéndome querido, sin que nadie lamentase mi muerte, y que la gente me recordara con agrado. Es hermoso lo que hacen en Nueva Orleáns, entierros con música de jazz y banquete funeral; no sé por qué no puede ser así; las vejeces tampoco deberían ser tristes; los viejos deberían jugar con sus nietos... La pena es que los viejos de hoy se han pasado la vida siendo egoístas y de repente se encuentran sin hijos y sin nietos, porque les salía más divertido comprarse un coche deportivo o irse de juerga a Cuba. Peor para ellos: que vayan a pasárselo bien a un cementerio de automóviles o a un asilo ¿no les gustaba la soledad?

Cuando leo que Hardy describe el cielo del atardecer como una lápida de granito me siento aplastado por ella. Prefiero respirar hondo a leer mi traducción de El mundo como voluntad y como representación, que es la vieja de Eduardo Ovejero, un tomazo impresionante de mil doscientas páginas de papel biblia. ¡Y el señor Arturo tiene la jeta de decir que es "la expresión de un solo pensamiento"! La verdad es que, para decir lo que dice, podía formularlo en cien páginas, aunque sin tanta elegancia y con menos literatura y cultura. Estos alemanes no saben resumir.

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