jueves, 5 de junio de 2008

Lo que va de Lope a Shakespeare

Hay una égloga de Lope en sus Rimas intitulada Farmaceutria. Rimas es el primero de sus cancioneros petrarquistas y se encuentra muy imbuido de Manierismo, como se deja ver, al menos desde el punto de vista estilístico, por la abundancia de geometrías de diseminación y recolección y otros artificios. No abordaré el problema estructural que la denominación Cancionero petrarquista plantea, pues existen dos modos de considerar el cancionero, el italiano y el castellano, este último más atento a las estructuras métricas que a la narración de los episodios cristalizados de un amor. La misma heterogeneidad temática que constituye el torrencial temperamento de Lope lo hacía inclinarse por las estructuras descompensadas. Es otra cosa lo que me importa destacar en este ensayo.
Hay allí unos enigmáticos versos pronunciados ante la aparición de un espectro sobrenatural evocado por las artes de la adivinación:
Extraños y profundos / son, Tirsi, de los cielos los
secretos: / mil leguas yerra un hombre en dos segundos
La comprensión de esos versos tiene que ver con la astronomía: dos segundos de arco en la tierra equivalen a un segmento de distancia muy reducido, pero cuando el ángulo se prolonga a los cielos, equivale a mil leguas. Lope experimenta un asombro ante la anomalía de la naturaleza que es la aparición de un espectro, y considera que la realidad es "más reducida" que el mundo superior divino y ultraterreno, supernatural.
Pero apenas dos o tres años antes, Shakespeare, en el Hamlet, había dicho algo muy parecido, y con igual motivo, esto es, ante la aparición de un espectro al principio de la obra, el del rey envenenado:
Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, que todas
las que pueda soñar tu filosofía
...
Las diversas versiones del texto difieren entre "soñar" e "imaginar", pero eso importa poco a lo que me propongo: a diferencia de Lope, Shakespeare pone al mismo nivel de importancia el cielo y la tierra: su asombro se reparte igual entre lo divino y lo humano, a diferencia de Lope, que es un cura asustado por los prodigios del cielo y que considera que la tierra es un débil reflejo del más allá.
Pues bien, en los versos de Shakespeare, que ponen su asombro por igual en la tierra que en el cielo, está la reverencia de Inglaterra por el mundo material, el del comercio, el de la industria y el del dinero: la curiosidad científica, el progreso de Inglaterra, el empirismo.
¿Y en los de Lope? Siento defraudar, pero en los versos de Lope la tierra es mucho más pequeña e insignificante que el enorme cielo; en los versos de Lope sólo está la teología y la beatería del Siglo de Oro español, el meapilismo, la santería, la hediondez de los conventos de clausura, la Inquisición y las procesiones de disciplinantes. Qué le vamos a hacer: los españoles no creían que la naturaleza fuera motivo de asombro y no experimentaban curiosidad por ella, sino por el otro mundo: el error del hombre en la tierra se multiplica por un increíble factor en el cielo, depende de él, mientras que los personajes de Shakespeare, mal que les pese, son libres para andar vagando por todo el asombro de lo humano y lo divino. La irrealidad del fantasma provoca en Lope temor, en Shakespeare asombro: Shakespeare penetra en el misterio catedralicio de lo irreal, Lope se queda a las puertas, santiguándose.

No hay comentarios:

Publicar un comentario