¿Importa acaso de quién sea el Coloso hasta hace tan poco atribuido unánimente a Goya y ahora a su ayudante, Asensio Juliá? La fuerza icónica de la obra es portentosa. Es una alegoría de la Guerra de la Independencia, de España, de Napoleón, de los grandes epifenómenos de la Historia con hache mayúscula, pero también algo más y más allá de toda interpretación realista: representa una fuerza cósmica desbocada, algo que no se puede dominar, pero que el hombre tiene la potestad de liberar desde su interior. La fuerza del átomo, la fuerza de una brutalidad infinita que podría transformarse quizá en un infinito conocimiento, en construcción en vez de en destrucción. Las iniciales "AJ" podrían aludir a la dedicatoria "A J(uan) Bautista Arriaza", el acomodaticio amigo del pintor y autor del poema Profecía del Pirineo, en el que aparece, como quiere Nigel Glendinning y con todo detalle, el coloso pintado por Goya:
Ved que sobre una cumbre
de aquel anfiteatro cavernoso,
del sol de ocaso a la encendida lumbre
descubre alzado un pálido Coloso
que eran los Pirineos
basa humilde a sus miembros giganteos.
Cercaban su cintura
celajes de occidente enrojecidos,
dando expresión terrible a su figura
con triste luz sus ojos encendidos
y al par del mayor monte,
enlutando su sombra el horizonte.
Juan Bautista Arriaza, «Profecía del Pirineo», en Poesías patrióticas, Londres, T. Bensley, 1810, págs. 27-40, vv. 25-36.
Además, esta obra u otra parecida en que también aparece un gigante está recogida en el inventario de obras del pintor de 1812. Asensio Juliá usó o copió quizá una obra de Goya, un simple dibujo, o aprendió de las pinturas negras, o sencillamente halló la inspiración que a veces desciende hasta el más humilde de los artistas para lograr una obra maestra. Hay que tener en cuenta que existen obras de arte, no autores de arte. Ese burro detenido, alegoría del pueblo español, es sólo lo anecdótico, lo único que testimonia claramente que Asensio Juliá pudo ser el verdadero autor, porque es el que ejemplifica la voluntad de resistencia del pueblo español al vándalo Napoleón y le quita al cuadro, sólo incidentalmente, su categoría de símbolo intemporal.
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