domingo, 29 de junio de 2008
Inefabilidades inexpresas
Resulta curioso que lo que menos se pueda verter en palabras sean los sentimientos religiosos y amorosos y los desprecios u odios africanos. En todo caso, pasiones; el lenguaje insuficiente que decía Jorge Guillén es, después de todo, el lenguaje de los sentimientos, y también es ese lenguaje del que José Antonio Marina ha descubierto que categoriza mejor los sentimientos negativos que los positivos; resulta, pues, que encuentra poco verbalizables las tormentas de hormonas o de neurotransmisores cerebrales relacionadas con sentimientos amorosos, pero sí verbaliza mejor las relacionadas con el odio. ¿Será porque genéticamente estamos programados para los segundos más que para los primeros? Sin duda debe ser así. También es porque son más procesables por la lógica y la razón; el odio cuenta con una formalización sólida y construye mejor escalas y jerarquías; el rencor reconoce siempre una sumisión, un lazo social, una escalera de fracasos y de victorias. En cuanto a las categorías positivas, sabemos que el amor es un combinado de cuatro sustancias, de las cuales una sola de ellas es el afecto, la oxitocina. Llamarle al afecto oxitocina suena un poco chabacano, pero es que el afecto es, materialmente, oxitocina; espiritualmente y lingüísticamente sería una variable diferente en un aspecto pero esencialmente lo mismo. Una realidad absoluta es muchas cosas en distintos puntos de vista: lo que sustantivamente y materialmente es, lo que como estructura de información jerarquizada constituye y lo que representa para su contexto y situación. el amor representa una subversión de las escalas sociales, una igualación que va contra la lucha por la vida; por eso está menos jerarquizado, a menos que no sea sadomasoquismo.
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