martes, 8 de julio de 2008

Recetas para cargar y descargar las pilas


Oír de vez en cuando el Arabesco de Debussy, el Concierto para guitarra de Vivaldi o el Hoedown de Copland original o el de Emerson, Lake and Palmer; o el Confortable de Kinobe, Eloise, en versión de Tino Casal; Hoy no me puedo levantar o No es serio este cementerio de Mecano; leer a Richmal Cropton o a Woodehouse o a Thoreau. Ver a Rita Moreno, no a Natalie Wood, o Con faldas y a lo loco de Wilder, Luna Nueva de Hawks; Flashdance, Clerks; o MASH de Altman. Algo cañí, por ejemplo El manisero de Machín o Aires de fiesta de Karina, cualquier cosa de Denis Roussos o las Spice Girls, El Capitán Trueno de Asfalto, Penny Lane de los Beatles o El rock de la cárcel de Elvis Presley.

Acaso funcione, si no se abusa de ello.


Para caerte con todo el equipo y no dar palo al agua:

Empieza el espectáculo, de Bob Fosse. El concierto para piano número 21 de Mozart; Música para cuerda, percusión y celesta de Bela Bartok; cualquier cosa de Rachmaninoff; la versión en sintetizador Moog por Walter Carlos de la Música para el funeral de la reina María; Alfonsina y el mar, de Eduardo Falú; el Adagio para cuerda de Samuel Barber; cualquier cosa de Cecilia o de Leonard Cohen , incluso las alegres, pero especialmente Suzanne; el Adagietto de Mahler, aunque hay mucho en sus otras sinfonías; la Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis de Vaughan Williams; la Pavana para una infanta difunta de Ravel; la Zarabanda de Haendel; Claro de luna de Beethoven; Romeo y Julieta de Prokofiev; Déjame de Los Secretos, Clara de Juan Bautista Humet o La Bienpagá de Carlos Cano.

Para no salir de ese círculo infernal, vuélvase al principio. Todo se reduce a eso, una sístole y una diástole: comer y trabajar, como hacen los hamster corriendo en el cícrulo de su jaula.

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