miércoles, 13 de agosto de 2008

John Donne

He estado releyendo a John Donne. El de "ningún hombre es una isla" y "por qúién doblan las campanas". Sin duda, poesía más humana la suya que las excentricidades del incorpóreo y remilgado Petrarquismo. Aquí junto algunos retazos de versos que en sus poemas me gustan especialmente:

I

Algunos que más hondo que yo
en la mina del amor han excavado
dicen dónde se encuentra su central felicidad.
Yo he amado y poseído y referido,
pero, aunque hasta la vejez amara, poseyera y refiriera,
ese misterio escondido no habría de encontrar.
Todo, ¡ay!, es impostura.
Y así como ningún alquimista obtuvo aún la piedra filosofal
pero su repleta marmita alaba
si por azar algo aromático o medicinal le sobreviene,
así un deleite pleno y duradero sueñan los enamorados
por lograr una noche veraniega de apariencia invernal.
Por esta hueca sombra de burbuja ¿habremos de dar

nuestro bienestar, esfuerzo, honor y vida?
¿En esto amor concluye? ¿Puede cualquiera
tan feliz ser como yo si soportar puede
la burla breve de una representación de noviazgo? [...]
No esperes hallar inteligencia en la mujer: a lo sumo,

dulzura e ingenio; momias, sólo, poseídas.

II

Si es simplemente lo perfecto
lo que expresarse no puede
sino con negativos, así es mi amor.
Al todo que todos aman digo no.
Si quien descifrar puede

aquello que desconocemos
a nosotros puede conocernos,
enséñeme él esa nada. Ëste, por ahora,
mi alivio es y mi consuelo:
aun cuando no progreso, fallar no puedo.

III

Si para extrañas visiones naciste,
vete a mirar lo invisible.

IV
Loco de remate está quien dice
haber estado una hora enamorado, [...]
¿Quién no se reiría de mí si yo dijera

que vi arder todo un día la pólvora de un frasco?
Cualquier otro pesar deja sitio

a otros pesares, y para sí reclama sólo parte.


V

Al aposento traje un corazón,
pero de él salí yo sin ninguno.
Si contigo hubiera ido, sé
que a tu corazón el mío
habría enseñado a mostrar
más compasión por mí. Pero, ¡ay!, Amor,
de un fuerte golpe lo quebró cual vidrio.
Mas nada en nada puede convertirse,

ni lugar alguno puede de todo vaciarse,
así, pues, pienso que aún conserva mi pecho todos
esos fragmentos, aunque no estén reunidos.
Y ahora, como los espejos rotos muestran
cientos de rostros más menudos, así
los añicos de mi corazón pueden
sentir agrado, deseo, adoración,
pero después de tal amor, de nuevo amar no pueden.

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