viernes, 14 de noviembre de 2008

Consideraciones tontas sobre un presidente incoloro

Mucho se está hablando del presidente negro en la Casa Blanca; si hubiesen elegido a Michael Jackson, yo, al menos, tendría mis dudas.

Nunca he logrado entender eso de los colores; soy un daltónico para las razas. Mis hijas tienen una prima lejana que dicen que es negra, aunque es de ese color indefinible medio etíope medio asiático que tienen los naturales de la India. Tengo un lunar enorme en la planta del pie derecho y otro en un antebrazo. ¿Soy un negro con un lunar blanco enorme o un blanco con unos lunares negros? La noche tiene lunares pequeñitos en forma de estrellas y un lunar blanco grande y no dice nada. El granito tampoco tiene complejos. Lola Flores no tenía esos problemas y seguía cantando muy faraónicamente, aunque dicen que algunos faraones eran etíopes, con cráneo blanco y piel negra, o sea, un batiburrillo. Obama es mulato, pero podría ser también un hombre víctima de la parrilla de San Lorenzo de los rayos UVA o demasiado pasado por las playas de su Hawai natal. Los negros podían ser las tostadas sin untar de Dios o sencillamente grises, aunque gris tiene en castellano la connotación de tristeza policial que tiene en azulino inglés blue. Los negros tienen dos brazos y dos piernas como nosotros, y si pasaran su negrura como una verdura o una rojura no serían distintos en lo sustancial, aunque supongo que de verdes pasarían más desapercibidos en los bosques entre los ecologistas y de rojos no los perseguirían en Cuba. Obama podría ir desnudo con otros reyes Baltasares en las noches oscuras del alma o por las minas de carbón y petróleo; nosotros, en cambio, somos más lucidos para practicar el nudismo. Pero si nos damos la mano, vemos que sus palmas las tienen blancas, como nosotros. La amistad es igual con cualquiera.

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