sábado, 15 de noviembre de 2008

Educación y ajedrez

Qué educativo es el ajedrez; a lo primero que se aprende es a perder. Eso es algo que los jóvenes de hoy necesitan asimilar urgentemente: el respeto a cualquiera. Lo segundo que aprenden es a valorar el esfuerzo intelectual tanto o más que el muscular. Lo tercero, a planificar las acciones; lo cuarto, a encadenar razonamientos dirigidos a un fin; lo quinto, a controlar los impulsos y a someterse a reglamentos, a subordinar la táctica a la estrategia; lo sexto, a valorar el sacrificio y la paciencia; lo séptimo, a divertirse de una forma activa y no meramente contemplativa; lo octavo, a concentrarse; lo noveno, a resolver problemas complejos; lo décimo, a buscar alternativas; lo undécimo, a economizar esfuerzos y obtener resultados con el mínimo desperdicio de fuerzas. Y duodécimo y no menos importante: a estar sentado en una silla atendiendo en silencio, pensando incluso y sin molestar, lo que no es poco.

España se ufana de ser el país que más fomenta el ajedrez a través de los numerosos torneos que convoca, fruto de la gran tradición en apoyar este deporte que hemos tenido. Tanto es así que muchos de los mejores grandes maestros han venido a instalarse aquí, como Ljubomir Ljubojevic, Valeri Salov, Viswanathan Anand, Veselin Topalov, Ibragim Khamrakulov o Alexei Shirov. Hoy nos hemos enfrentado a Alemania en las olimpiadas de ajedrez y les hemos dado una paliza. En cablleros teníamos a Alexei Shirov, un letón mortífero que es el legítimo heredero del juego de ataque de Mijail Tahl, el guerrero de tres dedos; a Francisco Vallejo, capaz de darle un dolor de cabeza a cualquiera, y al ingeniero informático Miguel Illescas. En damas, tenemos a la veterana Mónica Calzetta, a la transexual José/Natalia Parés y a Sabrina Vega. Tenemos las espaldas bien cubiertas.

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