Como muchas veces, el padre Fortea en su blog acierta de pleno, salvo mejor parecer:
Los predicadores debemos recordar que no nos hemos hecho mensajeros de ese Dios invisible para estar siempre hablando de lo que es pecado. Debemos recordar que en nuestra lucha contra el Mal, no debemos estar siempre predicando contra el Mal. Nuestro mensaje es el Bien. Todas las cuestiones intraeclesiales son muy bonitas, para una novela resultan preciosas. Pero lo que importa es la verdadera esencia, el núcleo de todo eso que es externo.
Me gusta leer a este padre Fortea, con más hidalguía que Pío XII, donde andan revueltos hasta lo indiscernible la modestia y la soberbia, al que acaban de mover de su parroquia como castigo injustificado y al que discriminan los idiotas no sólo por ser uno de los dos exorcistas que hay en España, sino por ser un escritor discretamente ruidoso, erudito y notable que no tiene miedo a decir lo que piensa, aunque lo diga, eso sí, de forma tan equilibrada y entre líneas, y tan more jesuita que hay que haber leído latín y aun griego para coger algunas de sus indirectas, que no tienen nada de las del Padre Cobos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario