La verdad en la manada de los casi iguales las más de las veces es el fruto de un consenso, y aún así tiene poco que ver con la "verdadera verdad", cuya comprensión necesita una escala cósmica de inteligencia de la que carecemos, por desgracia. Este fragmentarismo del conocimiento y esta humildad del mismo no es una mala aproximación; es en todo caso la menos mala y permite mejorar nuestros conocimientos sobre lo que somos y aquello de que estamos hechos, que no es necesariamente lo mismo, por más que puedan ambas cosas ser derivación más o menos fortuita la una de la otra, y posean una cierta correspondencia que querríamos ver como ideal.
Hay verdades que tienen historia, decía un filósofo, y verdades que tienen naturaleza. ¿La verdad misma tiene historia o naturaleza? La percepción determina el conjunto; así pues, si juzgamos nuestra necesidad de juzgar, determinamos que el hombre es sólo eso, razón, y necesita no volverse loco, racionalizar o imponer orden a dos cosas, el mundo, que se le presenta en primera instancia como caótico e instintivo, y a sí mismo, a su propia razón, que se presenta como exenta de objeto en sí misma; por eso captura el mundo, desea hacer "su" verdad de "una" verdad, tomar parte de ese mundo y civilizar su parcela, su fragmento de orden en el mundo, su interpretación de él. Cultivar su propio jardín, como Epicuro o Voltaire. "Sólo una vez es todo verdadero", decía Feuerbach.
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