sábado, 21 de marzo de 2009

Antología de la maledicencia


Durante la II República un diputado interrumpió a Gil Robles, líder de la oposición conservadora, diciéndole: "Su señoría es un cursi: duerme con camisón". A lo que Gil Robles respondió: "Qué indiscreta es la esposa de su señoría". En otra ocasión, otro diputado, que anunciaba en un discurso un futuro catastrófico, declamó sollozante: "¿Qué va a ser de nuestros hijos?'", a lo que respondió una vocecilla desde un escaño: "Al suyo lo hemos hecho subsecretario". Del presidente de gobierno se ha dicho de todo, desde que no tiene un sólo defecto... que pueda ser reparado, hasta que es un hombre que se ha hecho a sí mismo y que no hay motivo para que reverencie tanto a su creador. La prensa del régimen es así: si dicen que le han visto andando sobre las aguas, significa que no sabe nadar, y si le pintan sonriente y guapo, en realidad es más feo que el óxido ferroso (FeO).

Nunca abrió Sisebuto los labios
y todos lo tenían por un sabio;
Pero una vez que habló Sisebuto,
todos vieron que era un bruto.

1 comentario:

  1. Maldecir bien

    La malediciencia se afila desde el rencor, desde la esquina en la que el bruto con letras ensaya sus diatribas para ser lanzadas sobre sus adversarios.

    Pero también surge cuando los esquinados abren huecos para ser atacados dialécticamente. En estas ocasiones, las malediciencias se trasmutan en buen decir. De nuevo el blanco se desvela: los secuaces del error.

    En estos casos, son un placer, como la contestación que profirió Unamuno en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, en la celebración del día de la raza de 1936, ante el grito necrófilo de Millán Astray.

    Aunque hay diversas versiones, y ninguna prueba escrita más que un borrador del propio don Miguel, creo recordar que todos coinciden en que, tras gritar Astray viva la muerte o muera la inteligencia, según versiones, Unamuno dijo algo así como, he oído el grito necrófilo en el templo del saber. Vosotros que me conoceis bien, sabéis que como sumo sacerdote no puedo quedar en silencio. Luego dijo la famosa frase, vencer no es convencer. Vosotros venceréis, pues para vencer solo se precisa la fuerza, pero no lograréis convencer porque para ello hace falta tener de nuestro lado la razón. Despúes comparaba la amplitud de miras de Cervantes, lisiado en la mayor de las batallas de su tiempo, comparándola con la esquinada posición de Astray sin nombrarlo, pero refieriéndose a él de manera evidente pues éste estaba herido y tenía diversas partes del cuerpo mutiladas o inservibles. Cervantes escribió para que nadie sufriera de nuevo como él por sus heridas, pero había quien miraba con placer las heridas porvenir. Más claro agua.

    Si Carmen Polo no hubiera asido a Unamuno del brazo y le hubiera acompañado hasta la salida, dificultando el blanco, tal vez el loco del parche en el ojo hubiera disparado contra el profesor causándole la muerte.

    Y esto queda en el tintero para los que piensan que la catástrofe abre puertas al orden y a veces es mejor forzar los acontecimientos, aunque produzcan daños irreparables, para poder volver a empezar: Unamuno murió en su casa, frente a la chimenea el 31 de diciembre del mismo año, sin volver a pisar la calle desde el famoso 12 de octubre, en una prisión domiciliaria y discreta. No cabe duda, catastrofistas, de que su imagen y su proyección como hombre a seguir, se hubiera engrandecido exponencialmente de haber muerto a manos del creador de la Legión y precisamente tras dicho discurso. Remember Lorca. Pero yo sinceramente me alegro de que al menos viera salir el sol noventa veces más, pudiera conversar con alguno de sus amigos y esas pequeñas cosas que le harían sonreir alguna que otra vez en esos días aciagos.

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