domingo, 22 de marzo de 2009

Un suspenso. Diatriba estoica.

Hay alumnos buenos y malos: de todo, como en botica. Por ejemplo, un alumno que me saca un uno y no me presenta los trabajos me suelta amargado en clase el cuento de Caperucita de que viene todos los días a clase y de que apruebo con notazas a gente que que me entrega dos trabajos y que me hace unos exámenes excelentes, aunque falte dos o tres días y de forma justificada. De que cometo errores, sin darse cuenta de que si he llegado a ser profesor es porque los cometo menos que él. Se queja. ¿Y de qué se queja? ¿Se puede quejar? ¿Debe quejarse? ¿Robar oxígeno del aire, calentar la silla y hablar todos los días en clase girado hacia atrás sin mirar siquiera la pizarra ni atender al profesor ha de garantizar el aprobado? Supongo que sólo, como los pájaros, deja salir por su garganta la aflicción que le embarga de haber suspendido, pero su tediosa exposición de absurdas sinrazones y la lamentable pérdida de tiempo de clase que ello consume me obliga a mostrarme irónico y sota, como se suele decir, ya que bastante sotas son ya los alumnos, deteniéndome siempre ante el insulto (que en estos tiempos es más una descripción o una clasificación que un acto peyorativo de voluntad) para evitar males a terceros, segundos y primeros, y, también, porque en realidad no soy maligno y no desprecio ni deseo mal a nadie, ni siquiera al paupérrimo de mis enemigos. Pero contra la estupidez empedernida, estólida y contumaz no hay razones que coticen. El alumno que no asume su ignorancia es algo peor que un ignorante, se clasifica, quier que momentáneamente, como un estúpido, ya que hace gala y ostentación de que no puede aprender nada ni nadie le puede sacar del pozo en que le ha suicidado su amargura. Los ignorantes al menos pueden llegar a saber algo, como yo, aunque sea sólo sobre apenas una migaja del lato y latoso saber. Sólo la humildad puede hacernos aprobar. Muchacho, sé humilde; y, después, trabaja, estudia, atiende, pregunta. Tal vez incluso descubras que te gusta la asignatura. Y si el profesor lo descubre también, acaso llegue a disfrutar él y las clases devengan en verdaderamente interesantes. Pero, si no lo haces, y si los demás tampoco, viviremos todos en el Infierno como hasta ahora. Da ejemplo.

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