El cine visto y por ver

He hecho voto profano de no volver a ver películas que ya haya visto; eso me vicia la mente, me enferma, me deprime. No me fertiliza el alma, sino que me la osifica; me mata. Quiero ser otro, renacer, vivir: necesito nuevos paisajes, nuevas experiencias, nuevas lecturas, nuevas películas, nuevas amistades, nuevos aires, nuevas costumbres, nuevos itinerarios al salir de casa, nuevos barrios por donde ir en mi ciudad, nuevos sectores de mi memoria que alumbrar, revisitar y revitalizar, nuevos deportes y juegos que jugar, nueva música que oír, nuevos programas de televisión y de radio que oír, nuevas caras que recordar, nuevos sueños que soñar y nuevas ideas que pensar. Como Quevedo dijo, evocando el "hombre nuevo" de San Pablito:

Un nuevo corazón, un hombre nuevo
ha menester, señor, el alma mía.
¡Desnúdame de mí, que ser podría
que a tu piedad pagase lo que debo!

He visto con mi familia algunas películas que tenía pendientes: Lemming, de Dominik Moll, es una dura y fría pesadilla rodada con una simetría y brillantez formidables; la recomiendo encarecidamente: Charlotte Rampling está de un estricta gobernanta que mata, en deliberada antítesis con la otra Charlotte, la Gainsborough, que es todo lo contrario. La oposición de los dos matrimonios, el simbolismo de cuervo poe-tico del lemming, tan intruso y malvado como la Rampling, y la frialdad de los escenarios impecable e higiénicamente fotografiados, brindan una dimensión existencial añadida a esta película de suspense que me ha hecho pasar un buen rato. por otra parte, Braveheart, de Mel Gibson, es un buen cantar de gesta, con el habitual subrayado de violencias gratuitas que es característico del autor, pero con excelentes interpretaciones: ese Eduardo I tiránico y cruel, ese príncipe mariquituso y pusilánime, esa reina francesita, esos palurdos y sucios escoceses más brutos que una braga de esparto con los cierres de uralita.