Menina: (desde el montón de libros que aplasta como pisapapapeles) ¡Deja el Diario y trabaja!
Ángel: (acojonado) Es que me gusta mucho escribir...
Menina: Y toda esa lista de cosas que tienes que hacer... ¿No la has escrito tú también?
Ángel: (molesto) Sí, pero era más un exorcismo que otra cosa.
Menina: ¡Pero si te está pidiendo que escribas un montón de gente!
Ángel: Ya lo sé, pero es investigación, no creación. Y sólo para sentarme a escribir esos ensayos necesito unos días para ponerme al día y encontrar el hilo. Es como si fueras un buzo y te tuvieras que vestir con un pesado traje y una escafandra. Lleva mucho tiempo, y cuando estás metido en el océano, estás envuelto en una soledad, una oscuridad y un silencio absolutos. Intentando atisbar un brillo apenas, una casualidad, una coincidencia entre un millón de datos confusos, para tejer una teoría sólida con unos pocos hilos que vas recogiendo poco a poco. Eso requiere una paciencia de relojero, una tenacidad extrema, un pensamiento ultrapreciso. Y yo soy demasiado impaciente. Me pone muy nervioso. Me cuesta mucho ponerme en marcha.
Mi lora Lina: ¡Trabaja! ¡Graa!
Ángel: Tu quoque, Brute? O, siguiendo a Suetonio, και συ, τéκνον?
Trabaja decía la vieja y ven la lozana
ResponderEliminarLa vida es para vivirla, pero el poeta es como el pájaro, para cantar tiene que comer. Quitando eso, lo demás está de regalo y aunque esperamos tus aportaciones, no te agobies mucho, no sea que quemes el motor y eso sí que no.