Docentes acosados y agredidos por sus alumnos.
MILAGROS ASENJO MADRID
ABC, 14-04-09 a las 05:58
«Si no me apruebas, te voy a rajar», «si me pones alguna sanción, si me haces una amonestación te vas a enterar», «te voy a pegar una paliza que vas a tener que ir en camilla al hospital», «en la calle te espero con mis colegas», «ya te enterarás cuando venga mi padre a visitarte», «sé donde vives». No se trata de una antología del disparate. Son las amenazas que recibe de forma habitual gran parte del profesorado.
Problemas a los que se enfrenta el docente:
Para dar clase: 40%
Con Dirección: 32%
Denuncia de padres: 24%
Acoso y amenazas de alumnos: 17%
Acoso y amenazas de padres: 15%
Insultos y faltas de respeto: 12%
Acoso de compañeros: 9%
Agresiones de alumnos: 8%
Deseo de abandonar la profesión: 7%
Grabaciones, fotos, internet: 6%
Daños a propiedades o pertenencias: 5%
Presión para cambiar notas: 3%
Agresiones de padres: 3%
Según diferentes informes acerca de esta preocupante cuestión, un 13% del profesorado confiesa haber sido objeto de algún tipo de violencia. Algunos estudios sitúan en un 20% el índice de los docentes en situación de baja médica y en un 73% el de los que están en riesgo de depresión. Además, siete de cada diez sufren insultos o amenazas.
La violencia contra el profesorado es más acusada en Educación Secundaria Obligatoria (ESO). Los docentes, pese a los avances registrados, se sienten «solos ante el peligro». La indisciplina, las faltas de respeto y hasta las agresiones físicas, tanto de los alumnos como de sus padres, son habituales y constituyen un obstáculo a veces insalvable en su quehacer diario en las aulas. Los colegios públicos están considerados como los más conflictivos, pero en los últimos años los privados y concertados comienzan a padecer los efectos de esas conductas agresivas, que se traducen en violencia verbal y también física.
Ante este a preocupante situación, el sindicato de profesores ANPE acude en ayuda de los docentes. El Defensor del Profesor, un servicio telefónico gratuito y permanente es como una tabla de salvación para el profesorado que vive en situación comprometida. Además de escuchar el relato, en ocasiones espeluznante, si lo requieren, los docentes reciben también ayuda administrativa y profesional así como asesoramiento y apoyo jurídico.
Diez mil llamadas
Este singular teléfono de la esperanza recibió el curso pasado 3.500 llamadas —desde su creación hace tres años, ha recogido cerca de diez mil peticiones de ayuda—, la mitad de ellas de profesores que enseñan en ESO. No obstante, se ha detectado un aumento de las peticiones de socorro de maestros de Primaria hasta llegar al 34% del total. Sorprende el hecho de que en este nivel, los conflictos proceden en mayor medida de los padres que, en un afán desmedido e ilógico de protección hacia sus hijos, someten a los profesores a situaciones de acoso, insultos, amenazas, denuncias y, en casos extremos, de agresiones. También se reciben mensajes de los ámbitos de Infantil, Bachillerato, Formación Profesional, Enseñanzas de Régimen Especial y Educación de Adultos.
Los profesores se quejan asimismo de acoso laboral («mobbing»). Un número no despreciable asegura sufrir este tipo de acoso a lo largo de todo el curso y señala a los compañeros, jefes de departamento y cargos directivos. Muchos pasan de víctima a agresor y hasta son expedientados.
Miedo a entrar en clase
Cuatro de cada diez llamadas transmiten las dificultades del profesor para dar clase: falta de atención, desinterés, esfuerzo nulo o ausencia de objetivos claros en el estudio y en la vida de los alumnos. Y el profesor no puede exigir, porque falta cultura del esfuerzo y la autoridad del docente no se reconoce.
«Solamente pensar que tengo clase con 4º de ESO B se me pone un nudo en el estómago», confiesa un profesor de Matemáticas, al que los alumnos le impiden trabajar y no le obedecen. Y para colmo de su desencanto y humillación, cuando envía a la alumna más conflictiva a la Jefatura de estudios, ésta regresa triunfante porque ha salido impune. «Como puedes imaginar, al no tomar ninguna medida y desautorizarme, la alumna se creció y por desgracia el resto del grupo...».
Las agresiones físicas de los alumnos al profesor, empujarle, propinarle patadas, escupirle, arrojarle piedras. agarrarle del cuello o rodearle en la calle con un grupo de amigos para intimidarle supone una degradación no ya física sino moral incalculable.
Este es el relato de una maestra al referirse a un alumno agresivo que boicotea permanentemente la clase lamenta:. «Hoy después del recreo llegó tarde a clase y entró gritando. Le dije que se sentase y que no interrumpiese. Al rato se puso a cantar a media voz. Le dije que saliese de clase. “No estoy haciendo nada y no me voy a ir”, me contestó. Volví a repetirle que saliese. Su respuesta, acompañada de un insulto, fue: “La única que sobras aquí eres tú”. Se levantó, cogió su silla y se lanzó sobre mí».
Otro maestro cuenta en relación con un alumno: «Me había amenazado de que me esperaría a la salida, pero la verdad no le dí más importancia y lo tomé como algo que se dice en un momento de ofuscación. Pero allí estaba con otros chicos cuando salí del centro. A la mayoría no les conocía porque no eran del colegio, pero se colocaron al lado y delante del coche, y comenzaron a darle golpes y a insultarme».
Acoso por internet
Las nuevas tecnologías han introducido nuevas formas de agresión. Como en el caso de los alumnos, los docentes se ven involucrados en estos hechos y sin quererlo aparecen en chats, blogs o foros». Me enteré porque dos alumnos me dijeron que me habían visto por internet. Al principio pensé que era una broma, pero cuando me dieron la página y comprobé que era verdad sentí rabia e impotencia». Allí habían colgado fotos «no sólo mías sino también de sus compañeros. Los comentarios que se vertían de unos y otros eran insultantes y las mofas hirientes en todos los sentidos, además de propagar infundios, injurias e insultos».
Los padres se resisten a aceptar la indisciplina de sus hijos. No admiten que al niño se les pongan límites y a su vez creen cualquier versión falseada que les dé su hijo. Y, con frecuencia, la actitud agresiva del hijo deriva de la de sus mismos padres, que son agresivos con el profesor.
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