martes, 28 de julio de 2009
La verdad huele muy mal
Lorca está escondido en un hoyo, oculto de la gente, como se suele hacer con la verdad en general. Es natural que, si la verdad se saca de un hoyo, donde se ha estado pudriendo en compañía de los gusanos, huela mal. Hace tiempo escribí un artículo de Wikipedia sobre su asesino, padre y abuelo de famosas actrices y actores que optaron por el apellido de su madre (Penella Raga) para evitar inquinas: Emma Penella, Elisa Montés, Terele Pávez, Emma Ozores, Antonio Ozores. El asesino hace tiempo que murió en Las Vegas, Estados Unidos, hacia donde se había ido huyendo. Mis hijas podrían estar lejanamente emparentadas por parte materna no sólo con Lorca, sino con la mujer de su rencoroso asesino, que también fue un mediocre escritor fascista, Ramón Ruiz Alonso, quien delegó la sucia ejecución en su amigo el matón Trescastro. Uno de los apellidos de mi mujer es el aragonés Raga. Veremos, cuando lo saquen a la luz y le hagan la autopsia, si es verdad que le dieron al poeta varios balazos en el culo, detalle grotesco y esperpéntico que más bien que con Lorca cuadra con Valle-Inclán. Casi me interesan más los otros, los banderilleros y mi colega el maestro nacional cojo Dióscuro Galindo; con ese nombre es difícil morirse, uno sólo se muere a medias; es un nombre que denota cultura grecolatina; ahora, por el contrario, cunden los ingleses y extranjis contra el puro casticismo. Siempre que hay una guerra, los primeros en morir víctimas de las iras del populacho -el populacho puede tener cualquier clase social, no se define por sus orígenes, sino por sus actos- son los curas, los profesores, los toreros y los poetas líricos. Tres de ellos, por hacer demasiado uso de la palabra; los toreros, por hacerlo mal. En su nuevo libro Lorca y el mundo gay Ian Gibson, que otras veces escribe pane lucrando, se ve que ha ahondado bastante. Hace unos años, cuando vino a Almagro y yo era profesor allí, me firmó su autobiografía y cambién unas palabras con él; de forma muy elegante, a una pregunta sobre las posibles novias de Lorca se escabulló como pudo salvando la vergüenza de la ignorante interlocutora que se la hizo. Ya sólo por ese detalle me cae simpático.
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