Mi médico de familia, González Correales, parece hombre honesto y sensible; hace su trabajo con probidad y rigor; el anterior que tuve también era bueno. Cada vez que los voy a ver paso bastante vergüenza, a pesar de que estos benditos hacen todo lo que pueden por animarme, incluso elogiarme inmerecidamente, deporte que tiene poco cultivo en España. Supongo que uno ya no se ve remedio, aunque hago lo que puedo con humildad y desesperación, si es que ambas cosas caben en una misma actitud. Lo bueno de haber dimitido de todo es que puedes empezar de cero; lo malo es que todo te recuerda al que eras y no es fácil hacer tabla rasa. ¿Cómo desatarse de esa prodigiosa y gordiana maroma? Antes pasaba de algunas pastillas, ahora cada vez me desentiendo de más. Las olvido, simplemente, llevado por la deriva de mis pensamientos. El efecto que tiene en mí prescindir del Vandral 150 es que recupero la agresividad, la irritabilidad y la iniciativa. Esto último es bastante positivo, porque la iniciativa es la mecha de la creatividad, y muchas veces mi cerebro aparece enmudecido con esta especie de mordaza química de la serotonina. Esta es una de tantas sustancias conocidas como neurotransmisores: la acetilcolina, la norepinefrina o noradrenalina, la dopamina, el gaba, el glutamato y la endorfina son los otros. La serotonina es un ingrediente fundamental de nuestra alma, que es pura y fáustica alquimia; modula los otros neurotransmisores y forra nuestro sistema nervioso central y nuestros intestinos inhibiendo el enfado, la agresión, la temperatura, el humor, el sueño, el vómito, la sexualidad y el apetito, factores relacionados con los síntomas de la depresión. Los neurólogos afirman que el papel de esta sustancia en la conciencia es muy difícil de determinar, pero parece estar ligado al placer, la luz y la vida; escasea cuando uno se despierta por la mañana y aumenta para producir sueño por la noche. Mi conducta de estos últimos tiempos parece derivarse a una destrucción mayor de esta sustancia en mi organismo; tal vez eso forme parte de una destrucción más generalizada obra del tiempo; recuerdo peor, a veces olvido incluso lo inmediato. Muchas veces tengo que esforzarme por recordar una palabra que antes me venía rápida como el rayo a la mente. Parezco un conejo con mixomatosis, pero eso no debe extrañarme; algo así como un tercio de la población mundial padece mixomatosis, es la epidemia más exitosa de la historia, aunque los efectos o más bien deterioros cognitivos que provoca pasan frecuentemente desapercibidos, aunque no a los que realizan las autopsias de gente fallecida en accidentes de tráfico a causa de su lentitud de reflejos. La serotonina se consume rápidamente en situaciones de estrés y presión y es curioso que el precursor de la serotonina, el triptófano, que se encuentra en abundancia en las pastas, arroz, cereales, leche, huevos, soja, pollo, pavo, queso, plátano y leguminosas, esté sin embargo en aquello que frecuentemente se me prohíbe comer. El triptófano no lo produce el organismo; donde más abundante se encuentra es en las semillas de griffonia simplicifolia, una planta que crece en la sabana y en la costa del oeste de África. La relajación y el ejercicio al aire libre, pasear y bailar, los viajes, las novedades y emprender nuevos proyectos favorecen el incremento de esta sustancia, pero yo más bien pienso que es al revés, es la sustancia la que crea todas esas cosas, en una especie de retroalimentación. Los que consumen chocolate, plátanos y espaguetis de forma compulsiva en realidad están pidiendo las serotonina que su cuerpo o su estrés han destruido. Lo mismo que muchos drogadictos, especialmente los que consumen éxtasis, una droga que provoca la liberación de toda la serotonina que se posee en el cuerpo. Hay por ahí quien dice que un tal Rolf Ehlers, que produce una mezcla de plantas llamada Aminas, tiene el secreto para producir el precursor. Esas plantas son la quinoa, el amaranto y los tubérculos del topinambur. Pero todo esto, realidad, son tonterías, porque la interacción que existe entre espíritu y materia sólo puede ser regulada por la voluntad, que es la piedra de toque de toda la especie humana; todas las otras cualidades simplemente son accesorias. ¿Existe acaso algún neurotransmisor que regule la voluntad? No, porque es algo que se educa, se desarrolla y se aumenta con el tiempo. Evitar la depresión exige la voluntad de tomar las pastillas, de acordarse de tomarlas como uno se acuerda de comer y de dormir, y dejarse de nebulosidades y tonterías.
Estoy totalmente de acuerdo contigo Endriago, todo es voluntad y querer cambiar...y tiempo...
ResponderEliminarun saludo y gracias por estas palabras...
te doy la razón, aunque hay que añadir que hasta las enfermedades del alma necesitan de alguna ayudita...
ResponderEliminarGracias por resumirlo tan bien. Creo que voy a regresar aquí a menudo. Saludos cordiales.
ResponderEliminarSomos un grupo de voluntarios y el lanzamiento de nuevas iniciativas en la comunidad. Tu blog nos ha proporcionado información valiosa para el trabajo . Usted hizo un trabajo maravilloso !
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