domingo, 6 de diciembre de 2009
Colateral
Vincent: Lléveme al centro.
Max: ¿Qué hay allí?
Collateral, de Michael Mann, 2004.
Es una película bien narrada, de factura visual estupenda; respeta las tres unidades clásicas en una larga noche conclusa en amanecer, en lo que evoca, por ejemplo, The warriors, de Walter Hill; su estética, sin embargo, bebe en la de Miami vice, ya que su director dirigió muchos episodios de esa serie; por ejemplo en la magistral y aparentemente caótica escena en la discoteca; describe un Los Ángeles nocturno y extendido lleno de autopistas solitarias y callejones y edificios vacíos. Sobrenadan algunos símbolos: esos aviones que cruzan el cielo, ese coyote que se cruza en mitad de la carretera, esa isla perdida tantas veces evocada... Y una meditación sobre la indiferencia de todo, en las parábolas filosóficas del metro, de la mota de polvo, del servicio de limusinas, de Pedro el Negro. Al principio corrió como un thriller más pero de gran calidad y pretensiones; a estas alturas, la verdad es que se está quedando clásico, no sólo por su trabajadísimo guion, sino porque ayudan también las magistrales interpretaciones, incluso la del gigantesco Bardem, en apenas un momento de la historia.
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