Los koans del budismo zen son como apoyos para pensar lo impensable o traspasar lo que no puede traspasarse. Esto es, para crear metaficciones. El pseudo Dionisio y su teología negativa ya intentaron usar este tipo de fórmulas, en las cuales estaban muy versados Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Las paradojas siempre han sido muy entretenidas: eso bien lo sabían Unamuno, Chesterton y Borges. Un maestro budista da una palmada y dice: "Este es el sonido de dos manos: ¿cuál es el de una sola?" (Hay quien dice que es el de un tortazo al maestro, pero eso es improbable). "Sin pensar bien o mal, muéstrame tu rostro antes de que nacieran tu padre y tu madre". "Ni siquiera surge un pensamiento ¿hace falta o no?" "Cuando un árbol cae en medio del bosque y nadie lo escucha, ¿produce algún sonido?" Al arzobispo Teófilo le dijeron que predicara para edificar a sus fieles, pero él contestó que si no eran edificados por su silencio, tampoco lo serían por su discurso. Shakespeare dijo uno: "La vida es una historia contada por un idiota, una historia llena de estruendo y furia, que nada significa". Una de las colecciones clásicas de koans es la Puerta sin puerta, que también se puede traducir por Muro sin muros, Barrera sin barreras, Entrada sin entrada, Cierre sin cierre o Vacío de vacío. San Juan de la Cruz en su Subida al Monte Carmelo hizo quizá el sutra de koans más hermoso:
Para venir a gustarlo todo,
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a saberlo todo,
no quieras saber algo en nada.
Para venir a poseerlo todo,
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo,
no quieras ser algo en nada.
Para venir a lo que no gustas,
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes,
has de ir por donde no sabes.
Para venir a poseer lo que no posees,
has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres,
has de ir por donde no eres.
Cuando reparas en algo
dejas de arrojarte al todo.
Para venir del todo al todo,
has de dejarte del todo en todo.
Y cuando lo vengas del todo a tener,
has de tenerlo sin nada querer.
San Agustín formuló una famosa sentencia mística, que (según él) le fue revelado en un sueño por el mismo Cristo: "No me buscarías si no me hubieses encontrado". La oración por la paz, a veces atribuida a San Francisco de Asís, dice en su último verso: "Porque dando es como se recibe, olvidando es como se encuentra, perdonando es como se es perdonado y muriendo se resucita a la vida que no conoce fin".
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