martes, 6 de julio de 2010

Parálisis

Si la parálisis no es la muerte, a fe mía que la semeja. Nada retiene tanto como la demasiada conciencia; mil opciones de tu propia voluntad te van encerrando como entre hilos de araña, hasta que uno se ve en el mismo dentro de un nudo gordiano, hecho un capullo y más mareado que la pelota de un escarabajo. Suponer que algo saldrá de allí, incluso una mariposa, es absurdo; uno se ha vuelto momia, no semilla; está muerto, no paralizado.

En mi caso lo que enreda son las notas, los papeles y los archivos de ordenador; muchos reclaman mi atención, trabajos pendientes que me están diciendo: "Ahora mismo" o "empieza de una vez" o "continúa donde lo has dejado" o "termina de una repajolera vez". Y como todas tiran con la misma fuerza, me ahueco y vacío henchido de nada, se equilibran y me quedo en el centro, angustiado y aterrado, pensando que si escojo una las demás me lo reprocharán. Nunca he sabido ponerme límites, lo cual es una ventaja a la hora de investigar y de orientarse en océanos de información, pero también es un problema cuando uno se quiere encender y ponerse en marcha. Saber que cualquier camino que tomes te llevará muy lejos y te descubrirá miles de nuevos caminos es terrorífico. ¿No sería mejor acampar y conformarse con las vistas de este lugar que tanto ha costado alcanzar? Supongo; pero es una cima y a cualquier movimiento que hagas te echarás a rodar; es eso lo que provoca tu parálisis y tu cansancio: caminar te cuesta menos esfuerzo que estar, o más bien, seguir de pie. Y al final llegarás a otra cima, y de nuevo tendrás que echarte a rodar... El tormento de Sísifo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario