Para vivir hacen falta muchas energías; uno querría leer, saber y hacerlo todo, estar todas horas y en todas partes, tomar todos los barcos, aviones, trenes y autobuses, probar de todo plato, hacer todos los regímenes, practicar todos los deportes, amar a todo el mundo, salir con toda la gente y conocer a todos; pero uno no es multitarea ni multiplataforma ni multifunción ni multiusos, como Garbajosa; uno no es un pulpo o funcionario marbellí con ocho brazos, no es un ladrón con cuarenta enchufes ni adivina el futuro, como el provecto Paul, ni posee seis cerebros, ni dispone de setenta y dos horas al día, ni puede digerir nada sino a un biorritmo dado. Vivir intensamente se limita, pues, a vivir sin agobios ni tribulación y poder escoger algo de lo poco que sobreviene o se desea de forma que no se nos haga añorar lo demás. La imaginación es todo un problema; a los artistas les hace soñar con lo que no existe sino en su cabeza y a los apasionados los trae siempre viajando, cambiando de mujer o de hombre, al retortero de drogas, utopías, causas perdidas y saberes extraños. Pero luego viene el sabor y el olor de la pólvora quemada, la caída del cohete, que decía el soneto quevediano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario