viernes, 24 de diciembre de 2010
Ignacio Peco
Fui a que el culto doctor que me atiende me mirara los pies, no porque quisiera ir, sino porque mi mujer, esa pesada que tanto me quiere (el sentimiento es mutuo) se empeñó en que las uñas rojas de sangre que exhibía podían ser el síntoma de alguna de esas amenazas que sólo House sabe ver venir, por lo general cuando el enfermo ya está a punto de estirar la pata (es que cualquiera prefiere estirar otra cosa). Mis análisis, estupendos; mi tac, parece que también, sin aneurismas, salvo porque tengo el corazón, más triste que una alcachofa en otoño, muy grande, y la aorta un poco desenchufada. Me quedé sin recetas, así que tengo que pedir otro talonario; ahora se puede por Internet y no hace falta ir a la calle de Juan II. Desde el médico, y tras tomar un piscolabis en la Taberna real con la simpática chinita que atiende -el cocinero es otro chino, su marido- me marché andando, y bajo una lluvia atroz, hacia el Camino de la Guija, donde se levanta el tanatorio en que estaba la madre de Ignacio Peco, porque había recibido un correo de Jerónimo avisando de que había fallecido. Llovía violentamente, tanto que se me empañaron las gafas y no podía ver tres en un burro. Por el camino me dio un bocinazo Ignacio, quien, tras tres días sin comer ni dormir a los pies de su madre, había sido convencido de mala gana por sus familiares para que se fuera a tomar algo; le despedí con la mano. En el tanatorio encontré también a una compañera, avisada igualmente por Jerónimo, centralita de cualquier noticia, y, por supuesto, a la esposa de Peco, flanqueada, creo, por el sobrino de Peco, ese chico tan aplicado y educado que estudia ESADE. Di mi pésame y estuvimos hablando de las tonterías de que se suele hablar en los velatorios y que sirven para distraer a los sufridos familiares de la desagradable e inevitable faena que es la muerte. Ignacio, persona educadísima y formal donde las haya, me llamó luego por teléfono para agradecerme que hubiera ido y excusarse por no haber estado. No había por qué ni de qué; es lo que hay que hacer, tanto con mejor disposición cuanto que es la madre de un querido compañero.
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Tenía entendido que el sobrino de Peco estudiaba Medicina en la nueva Facultad de Ciudad Real y el hijo de Peco estudiaba ADE
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