domingo, 12 de diciembre de 2010
Jon Juaristi
Recientemente convertido al judaísmo, este filólogo vasco irónico y harto de nacionalismos -es un placer leer su El bosque originario- escribe una poesía con una mala leche y un humor que me encandila, pero en este género se prodiga poco. Sólo hay alguien parecido en el panorama lírico actual, y es Luis Alberto de Cuenca. A Juaristi me lo crucé una vez en una de las escaleras de la Biblioteca Nacional, bajando de su despacho y resoplando por sus kilos de tonelaje; me miró por encima de sus gafas con algo de susto y dio un respingo, quizá porque soy el sosias de un vasco terrorista llamado Zabala, y el hombre no las tiene todas consigo, perseguido como estaba y está por las amenazas de muerte de ETA, movimiento en el cual figuró cuando era joven, ignorante y trotskista. Ya no dirige la Biblioteca Nacional, pero de vez en cuando escribe en el Abc y lo leo siempre con gusto y simpatía, ahora que se ha vuelto un simple e incurable escéptico, que apoya lo que más o menos dos tercios de los españoles: la desarticulación del estado de las autonomías y su sustitución por un modelo en el que vascos, gallegos y catalanes tengan un autogobierno menor y un menor peso en las decisiones colectivas, opinión mayoritaria que, como suele ser común en España, será ignorada por esos políticos dizque representativos que se benefician de todo caos y división.
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