miércoles, 29 de diciembre de 2010

La nueva Biblioteca de Ciudad Real y cine: La ola, Otro país

Hay que admitirlo: es estupenda. Ahí es nada, cien mil volúmenes al alcance de la mano, cien ordenadores, mesas y silencio. El paraíso para un erudito, y sólo una pega: para algunos está francamente lejos, aunque en un entorno beatífico de fuentes, árboles y pajaritos. Otra pega: tengo que pagar mi crimen de no haber devuelto todavía el Catálogo de novelistas del XIX de Ferreras, porque todavía no he pasado a mis notas las llamadas que le he puesto sobre autores manchegos (y además, Dios sabe por dónde andará el volumen: Paloma, ¡¡como te pille!!)

He visto un par de películas interesantes y ambas relacionadas con la educación; una, Otro país (1984), de Marek Kanievska; otra, La ola (Die Welle, 2008), de Dennis Gansel, inspirada en un tristísimo experimento sociológico real realizado por un miembro de la escuela de Palo Alto, el historiador Ron Jones, para reproducir las condiciones sociales y morales que hicieron surgir el nazismo a pequeña escala, en una clase de estudiantes corrientes. La experiencia, realizada en apenas una semana, empezó a írsele de las manos de una forma tal que tuvo que interrumpirla al cuarto día. El hecho fue novelizado por Todd Strasser, texto que sirvió de fundamento para la película. El experimento como tal puede leerse aquí. Me sorprendió que mi mujer y mi hija mayor hubiesen oído hablar de la película y que quisieran verla. Gracias a ello disfruté un poco más.

Otro país también es una película interesante; pinta muy bien el ambiente represivo y el mariconeo de los caros internados ingleses de élite como Eton, Rugby, el Trinity college, el King's college, el Christ college etcétera, y su aburrida y gris disciplina. Se inspira en una pieza teatral del dramaturgo inglés Julian Mitchell, Another Country. Es como una justificación de los Cinco de Cambridge (es un artículo de Wikipedia que escribí yo) Al verla evocaba el Retorno a Brideshead de Waugh y las novelas de espías y autobiografías de Graham Greene, de Robert Graves y de John Le Carré, a quienes tanto he leído, y a los que admiro tanto como a esos grandes desconocidos, Bernard de Kerraoul y Somerset Maugham, con quien tanto tienen en común.

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