lunes, 13 de febrero de 2012

La responsabilidad

Cuán terrible es la palabra. Tiene un peso casi cosmológico. Quien la menta tiene alma de aguafiestas. Como que, si se formula, nadie la oye o entienden otra cosa o se marchan (por la tangente o de forma secante). Nadie cree pueda existir monstruo tan feo y fiero, así que hay quien prefiere creer en Dios o el Demonio y no en la Responsabilidad, algo tan escaso y difícil de obtener que incluso Dios y el Demonio lo exigen como pago para otorgar una llave de habitación en sus reinos. Es que duele, y mucho, porque ocupa uno de los lugares más altos en la jerarquía de los valores morales, por lo cual casi nadie la alcanza, ya que exige una capacidad y una entereza poco comunes; por eso, a un niño o político español habría que decirles, para que la entendieran, que hace pupa, pero que muchísima pupa, y que se forja con el más pesado y duro de los metales.


Contra lo que pudiera parecer, he visto en España a no poca gente responsable, incluso muy responsable; pero, dechados de responsabilidad, sólo he conocido a uno en toda mi vida. Son tipos únicos, irrepetibles, a la antigua usanza, duros como el pedernal, de los que se rompe el molde cuando los hacen. Este debe ser el único que hay en esta parte del país, así que ya hubieran debido saber de quién estoy hablando, si estos hombres se hubieran celebrado tal y como merecían y merecen. Sus familiares tiemblan, vomitan ante la mera idea de traicionar su confianza, no porque sea persona violenta (no es capaz de matar una mosca), sino porque alguien tan recto, puro y modélico da grima a los sucios mortales que se asoman a contemplar el abismo sin fondo de su hidalguía; porque este hombre podría arrojarse a las llamas si se lo pidieras sólo por el sentido de lealtad y verdad que lo construye hasta la más íntima fibra de su ser. A mí, ahora mismo que lo evoco, pensar no cumplir algo que le haya prometido (y eso que no soy familiar suyo) me causa sudores fríos y trago saliva, porque sé que él empeñaría hasta los cojones por hacer, inversamente, cuanto yo le pidiera. Es gente que tiene el carisma de crear adhesiones y amistades inquebrantables, de esas que son más verdaderas que la misma verdad, pues no se puede decir que no a quien todo lo que propone es honorable, una especie de Bob Geldof o Teresa de Calcuta, pero en bruto. La gente mala huye de ellos como de la peste, los políticos quedan descolocados y se sienten marcianos y los charlatanes se quedan sin palabras. En una época en que una promesa no tiene apenas valor, ni ata ni desata, el responsable te hace sentir que la palabra de uno vale algo, pesa como el plomo y pone la salvación del alma en juego si no tiene fundamento. Para ponerse enfermo o volverse loco. ¡Ojo con lo que deseas, porque tienes que estar a la altura! El responsabilísimo conoce eso tan difícil de asentar en una sociedad ansiosa como esta, sus propios límites: cuanto puede asumir sin verse desbordado, y nunca jamás pasará más allá de hasta donde puede dar cuenta.  Está en paz consigo mismo y con el mundo, por más que a nosotros nos parezca que la responsabilidad es una obsesión enfermiza, un ideal de pureza que no puede bastarse por sí mismo. Ni siquiera es comparable al honor militar o esprit de corps; defraudar una confianza así no puede adecentarse ni con el haraquiri; es una ignominia nefanda que no lava ni la muerte. Para alguien así el honor o dignidad supone una carga casi intolerable, algo tan atávico, rudo y férreo que hoy apenas se vislumbra comprender. Es a este tipo de personas a los que debían elegir como políticos, porque comprometen todo su ser en lo que hacen y, lo peor de todo, lo hacen por ti.

1 comentario:

  1. Respondere

    Leo en la wiki una etimología de base jurídica: responsum, pero Corominas lo vincula directamente con respondere y data su aparición en 1737 ¿Luzán o Mayans? ¿qué más dará cuando todo nos remite a Él? En otra página desglosan respon(responder)sabilidad (habilidad), aunque observo que la supuesta habilidad ha basculado hacia fiabilidad, siempre y cuando no sea directamente un sinónimo de culpa. Hasta las antípodas llega la degradación.

    Sin embargo, veo con gozo que aquí se habla de la más auténtica, de la cercana a la lealtad con uno mismo y su entorno, del ejercicio de saberse importante e importar, de ser un hombre o una mujer de la cabeza a los pies, con su metafísica variable, pero anclada en escasos e imperecederos valores morales.

    No conozco al afortunado por cuya estimación pregonas virtudes. Estimo que esa lisonja no andará descaminada y hago libaciones en su honor.

    El que suscribe se considera tan relativamente responsable como leal y ha dejado girones de piel en algún arbusto con recuerdos que nos harían reir. Y las preguntas se apelmazan ¿cómo hace para reir? ¿cuándo sonreir a la vida sin caer en la irresponsabilidad?

    Y por no cerrar con una pregunta ociosa: el frío cuantificado en grados Celsius parece menor que en Fharenheit.

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