Hace cincuenta años, en 1962, murió MM un mes después que yo naciera y más o menos cuando se imprimía La naranja mecánica de Anthony Burgess. Tanto como se ha dicho y apenas que era buena, tierna, generosa: una criatura benigna en un mundo maligno, algo que en su tiempo nadie supo ver salvo su exmarido y albacea, el beisbolista Joe di Maggio. Sabemos que fue desgraciada, muy bella, de ideas avanzadas, ignorante a su pesar, pero muy inteligente... y todo un talento, o más bien, una fuerza de la naturaleza como actriz: según Lee Strasberg, cuya opinión valía algo y aún sigue valiendo, sólo ella y Brando destacaban en el Actor's Studio. Ha sido muy analizada su mitificación, sus relaciones de pareja con destacados personajes de su tiempo, pero pocos conocen que siempre quiso tener hijos y una particularidad ginecológica se lo impidió; que fue violada a los nueve años, que su madre fue una maniacodepresiva grave y que nunca pudo tener una infancia normal, dada en acogida de casa en casa, siempre en familias humildes sin apenas nada que llevarse a la boca. Y, sin embargo, pese a esas condicionantes, fue la persona menos rencorosa del mundo y nadie ha podido referir de ella ni un solo gesto de maldad consciente o inconsciente, y sí en todo caso una gran pulsión y deseo por ser feliz o, más bien, hacer felices a los demás, a pesar del trastorno que generaron en ella sus genes nerviosos y su educación disruptiva. Es lo que siempre deseó: anular su yo para ser para los demás la otra que había imaginado y habría de enterrarla. En sus memorias queda patente ese deseo de autosacrificio y autonacimiento. De ahí su gran talento como actriz, de ahí también su supuesto suicidio/muerte, de ahí el unánime desprecio que suscitó entre los amantes y consumidores fogosos de su cuerpo quemado por dentro, que no pudieron soportar su tremenda patología border-line más de lo que lo soporta una mariposa abrasada en la llama de la vela a la que se acerca. Tengo para mí que no quiso morir, sino cambiar un mundo por otro mejor y sencillamente se apagó como una vela: la Fénix logró morir. Era muy tentador dormirse cada vez más profundamente para no levantarse otra vez y darse en pedazos a un escenario tan cruel y fatigoso como este; de manera que se durmió una vez tan profundamente en su rectángulo de technicolor que no despertó ni siquiera a los flechazos de los fotógrafos de su noche eterna. La mitificación (163 millones de entradas cuenta Google sobre ella) que sufrió después se debe a que en ella la forma se ha unido al contenido: por una vez en la historia, la cara, el cuerpo, fue el espejo del alma. MM resulta así ser un objeto tan puro, denso y cristalizado como un diamante; aunque ser un diamante, así lo muestra su caso, no es lo mejor para una chica, muy al contrario de lo que cantaba.
Un ejemplo para tratar de romper el círculo amor-odio.
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