Detesto tanto el humo en concreto como los humos en abstracto. A mi juicio, los fumadores deberían ser encerrados en campos de exterminio y conducidos a hornos crematorios para ser transformados en ceniza y humo; ni siquiera les dejaría fumar un cigarrillo como última voluntad. Tampoco aprecio a los volcanes porque echan humo, ni siquiera a los apagados. Son bestias que pueden romper en cualquier momento a contaminar el ambiente con sus efluvios venenosos.
Cuando era un crío, veía a mi padre toser y apagarse mientras encendía cigarrillos; cuando me pescó imitándole, ni me reprendió, ni sonrió, ni se escandalizó y ni siquiera se quejó de que le quitara cigarrillos: lo único que hizo fue soltar un lamento quejumbroso: ¡Qué malo es fumar! No me tuvo que decir más; comprobé que el tabaco me irritaba las vías respiratorias, me congestionaba las narices, me quitaba el sueño y me daba ganas de vomitar. Cuando leí en mis libros de aventuras que los piratas mascaban tabaco, resolví averiguar por mí mismo qué de alimenticio tenía esa curiosa costumbre y mastiqué hoja de tabajo sacada de un puro habano. Recomiendo a los curiosos que se abstengan de realizar tal experimiento; la acidez que resulta de tal manjar te deja estropeado el estómago durante lo menos una semana y si no se "pota" es de puro milagro: esa sustancia es vomitiva, un auténtico veneno aunque, desde luego, masticar tabaco te convence de lo malo que es y puede persuadir a quien quiera fumar de no hacerlo y de que realmente es algo tóxico.
La costumbre de masticar tabaco entre los marinos tenía un origen lógico; así trataban de habituarse al mareo que producía el vaivén de las olas masticando algo que también producía mareos y vómitos, el tabaco era pues una especie de purgantey como tal se usó también en forma de polvos durante los siglos XVII y XVIII, el llamado rapé: servía para limpiar las fosas nasales provocando fuertes estornudos.
Mi alergia al tabaco es pues una alergia fundada en el tabaco en sí mismo; es una planta desagradable, tan marrón como la mierda y más maloliente que esta. Ennegrece los pulmones de alquitrán y hollín y provoca tod tipo de enfermedades y cánceres. No hay ni una sola persona que no tenga algún familiar de alguna manera víctima de el síndrome nicotínico, que provoca dependencia psicológica y aun física y trastornos de todo tipo. Se trata de una droga dura, más perjudicial que muchas otras que han sido prohibidas, y sus costes sociales y sanitarios son inmensos se mire como se mire.
Los defensores de esta planta asquerosa afirman que posee algún poder estimulante; seguramente asomarse a un precipicio posee algún poder estimulante, pero arrojarse a él quita cualquier estímulo del tipo que sea. Es como domar un caballo salvaje: podrás creer que lo dominas al principio, incluso lo dominarás efectivamente durante algunos segundos, pero acabarás sin duda dándote un porrazo en el suelo, y acaso con alguna lesión crónica de espalda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario