miércoles, 28 de marzo de 2007

Sobre una educación dirigida I

La reforma educativa privilegia las apariencias sobre las esencias. Eso, creo yo, no es nada bueno. Algo parecido pasa en la Sanidad española, donde el médico empieza a transformarse en un burócrata; basta un papel para decir que se ha atendido correctamente, pero el tiempo que se emplea en escribirlo, imprimirlo, sellarlo, clasificarlo y guardarlo podía emplearse en diagnosticar mejor a un enfermo. Los hospitales españoles están cediendo cada vez más espacio destinado a enfermos para las oficinas y los archivos de papeleo por triplicado; algunos médicos no saben ya por dónde se andan; algo de espacio ha ahorrado la informatización, pero no mucho.

Se hizo una prueba en mi instituto para determinar el nivel de competencia en lengua y matemáticas de tercero de ESO; para ello se utilizaron ordenadores; se han conocido los resultados, por encima de la media en ambas materias. Sin embargo, no pueden tabularse ni interpretarse correctamente, puesto que Toledo, con una torpeza que desde hace ya tiempo se ha vuelto proverbial (la llamada "Junta de Calamidades de Castilla-La Mancha") ha perdido dos tercios de los datos que fueron enviados desde los ordenadores de mi centro. Sintomático. Qué mediocres son las clases dirigentes españolas; nada podemos esperar de ellas. La historia de España es un ejemplo patente de ello. ´Lo decía ya Ford, el viajero británico que se empapó de lo nuestro en el siglo XIX: "El pueblo español es con mucho superior a sus dirigentes".

La educación es el espejo donde la sociedad mira su futuro. Lo que ocurre en la educación hoy, se gozará o padecerá mañana. Si es así, Dios nos pille confesados.

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