En Niebla, Miguel de Unamuno presenta a uno de esos eruditos y ridículos personajes que tanto abundan en sus nivolas satíricas, don Antolín S. Paparrigópulos, el cual
Pertenecía a la clase de esos comentadores de Homero que, si Homero
mismo redivivo entrase en su oficina cantando, le echarían a empellones, porque
les estorbaba el trabajar sobre los textos muertos de sus obras...
Un buen profesor de literatura, pues, debería preferir oír cantar a Homero que escuchar a sus comentaristas. Acercar a los alumnos a las grandes obras y a los grandes autores, mejor que repetir lo que críticos e historiadores han dicho. Se trata, pues, ni más ni menos que hacer preceder la estética a la docencia. Y, sin embargo, tal cosa no es posible en medio del estruendo y la furia de una clase de ESO, que hacen a Homero callar. Es muy posible que, si los alumnos tuvieran que pagar por oír, los profesores fueran más valorados de lo que son. Pero eso, claro está, es una herejía: la cultura debe ser gratuita y todo eso. Pues si estamos en una época en la que hasta el pensamiento y la música están siendo privatizados, será mejor que nos adaptemos a ella y hagamos a los alumnos pagar por venir a clase. Estoy seguro de que así valorarían algo más lo que se les enseña.
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