domingo, 16 de diciembre de 2007
Síntomas de una época
Hay algunos pequeños detalles que, en una época, revelan la índole o espíritu general que la preside para el observador avispado. Por ejemplo, hace unos veinte años no había mirillas telescópicas. Su generalización puede ejemplificar el aumento de la distancia y la desconfianda entre los seres humanos, al menos en España. Otro pequeño detalle: la caligrafía se ha vuelto jeroglífica y taquigráfica (sms), y el lenguaje oral, no digamos la prosa, se ha empobrecido entre los jóvenes. Eso demuestra que la lectura y las humanidades se han degradado o que las han querido degradar, y que la cultura visual, ya ni siquiera audiovisual, se ha generalizado en detrimento del concepto y del pensamiento extenso y matizado. Por otra parte se están perdiendo las jerarquías sociales, los tratamientos verbales: la jerarquía no era, como se venía a suponer, un elemento distanciador, sino el reconocimiento de un valor o de unos conocimientos y el de unas funciones y deberes que a cada uno competía llenar; hoy en día, el conocimiento no importa y todo se iguala en un unifirme plano unidimensional y marcusiano, con lo que el distanciamiento es mayor, ya que no existe reconocimiento ninguno, y mucho menos conocimiento en la cultura de masas, sólo una serie de estereotipos imbéciles modelados sobre la horma de la publicidad privada y los instrumentos de indoctrinación del poder o publicidad pública, valga la redundancia. El poder se alimenta codiciosamente de esos estereotipos para levantar una barrera de ignorancia generacional que pueda satisfacer su objetivo de siempre: perpetuarse en su cochino lecho de fango material; por eso ese lenguaje que aparentemente simplifica y economiza la comprensión en realidad impide la comunicación, ya que es incapaz del matiz y del pensamiento elevado y estructurado; es imposible escribir en esa jerga una novela. La cultura de masas hace irreconocible el pensamiento elevado o lo degrada; ese es verdadero sentido de la posmodernidad, el trágico sentido de la posmodernidad, y no otro. Ortega lo anunciaba, pero sólo en esta época de pensamiento único y necedad universal estamos padeciendo sus efectos. La única cura es un Internet crítico y libre de presiones económicas, porque un inofensivo anarquista como el que escribe esto no puede transformar la sociedad, pero sí, quizá, millones de inofensivos anarquistas unidos por la red. Menos ruido y que nos dejen pensar.
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