sábado, 14 de junio de 2008
Más allá de la puerta de Tannhäuser
Parafraseando el título de un famoso poema del plumífero Luis Antonio de Villena, que me leía Fernando José Carretero en los tiempos ya paleográficos de la Movida, cuando mangaba (él) libros de la librería Tartessos, escribí "Roy Batty muere", sumido en los compases neorrománticos del Country Lane de Walter, hoy en día Wendy, Carlos. De la librería Tartessos sacó él la irreberencia con "Be" de su Interior beige, en particular del "Dios, qué arcaico parece" del pobre y gangoso y judío Leonard Cohen, ese poeta y cantautor canadiense que escribía poemas en la mesa de la cocina y le daba rosas a Hitler. Nosotros bebíamos mucho de la Generación Beat, y yo en realidad bastante más de sus descendientes, la Escuela del cuarto cerrado; me compré una preciosa antología bilingüe de la agónica editorial Plaza y Janés que figura entre mis libros más queridos, me lo pasé pipa con la poesía de Mark Strand, los feminismos de Susan Griffin etcétera. Y, por supuesto, con la rabia del Ginsberg más salido de madre la noche de Walpurgis; una de las chavalas por entonces mis inalcanzables perseguidas, Manuela, me sorprendió una vez citándome el famoso Moloch de Ginsberg, y me sentí menos solo... Así que hay alguien en esta puñetera ciudad que lee también estas cosas. En realidad, el título de De Villena, Siegfried muere, correspondía a un famoso pasaje de El ocaso de los dioses de Wagner que malgastaba una grandiosidad de acorde infinito y montaña a lo Caspar David... No quiero ponerme pedantólico; las melancolías terminan siendo como tangos salidos del infierno, pero todos esos momentos se perderán, como lágrimas en la lluvia.
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