jueves, 28 de agosto de 2008

El curso que empieza

Se avecina, casi ya está aquí, el nuevo curso. Uno menos para la jubilación, uno más para el cansancio. Son importantes los comienzos, por aquello del efecto mariposa. Los comportamientos microscópicos iniciales, al final de curso devienen gigantescos. Por eso conviene ir bien preparado, con los deberes hechos, seguir un orden estricto... Aunque todo se vaya jorobando poco a poco. Si no tienes entusiasmo, inventártelo. Relajarte al menos dos veces al día para conseguir un nivel de análisis objetivo, cambiar de contexto varias veces para evitar la escafandra de los automatismos. Hacer gimnasia espiritual, mental y física. La que menos necesita uno es gimnasia mental; la que más, espiritual y la física. Y lo de siempre, procurar hacer convivir lo imposible, el agua y el aceite: la enseñanza y la investigación; quien tenga la fórmula, que me lo diga. Hace poco le escribía a Francisco Rico algo de eso. Por cierto que le tengo que contestar otra vez y no me apetece nada de nada; es lo que tiene esta gente tan sabia y tan importante, que intimida. Y sobre todo a un tímido como yo.

Mi gran ilusión, tener más estanterías. Una ilusión tonta, banal, pero para mí muy importante, porque tengo muy pocas ilusiones. Con estanterías puedo tener al alcance de la mano cualquier libro, en vez de tener que revolver toda mi biblioteca para conseguir -o no conseguir, porque me falta el aliento antes de haberlo conseguido- el libro apetecido que de repente necesito. Es todo lo que quiero, eso y un sillón cómodo donde me pueda olvidar de todo para leer.

Con el tiempo he ido acumulando una biblioteca enorme. Las secciones más grandes son las de clásicos griegos, latinos, españoles, de la literatura universal; la de diccionarios y enciclopedias de todo pelaje, lexicones, repertorios, gramáticas de varios idiomas, historias de las literaturas de varios países, las de antropología, filosofía y religión; la de ensayo, biografías, historia del arte, las de historia del periodismo, la de poesía, las muy antiguas de Ciencia Ficción, Humor y Terror, que empezaron casi conmigo. Mucho libro heterodoxo, mucho del XVIII y XIX, algunas ediciones antiguas, dos o tres ya realmente muy cotizadas en los mercados de librero de viejo, por lo que veo. Hay libros en francés, italiano, portugués, latín, griego e inglés, incluso alguno bilingüe en alemán, idioma que desconozco. Luego, cajas y cajas de carpetas con fotocopias, borradores de poemas antiguos, manuscritos de otros escritores, revistas, separatas, microfilmes, cartas, apuntes, notas y literatura fungible. Mi colección de programas de cine, mi colección de sellos; cientos de disquetes con programas informáticos y escritos de qué sé yo, hasta del primer Pc1 que tuve, que da risa la poca memoria que tenían entonces y espanto lo que costaban; mi hermano es más viejo, él llegó a conocer los spectrum.

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