lunes, 4 de agosto de 2008

Vulgaridad

Algunas cosas pretendidamente vulgares tienen un temible poder, el de dinamitar todo el pasado, el de revolver toda la memoria y traer el pasado de forma súbita y profunda, aun más que un déjà vu. Hoy la vuelta de Abba me ha provocado algo así, de repente unos magníficos zombis han venido a pasearse por mi ordenador y por mi conciencia. Cecilia, Nino Bravo, Karina, las mirindas, los tebeos de los cuatro fantásticos, mi juventud en Puertollano, las cervezas El Alcázar, los combates a chapas, las pedradas de Peñamefeci, la perra Linda, las obras nocturnas y los montones de arena, los belenes de Toño, las serpientes de las quebradas de Jaén, las pirámides que no lo eran, buhardillas con gatos félix y cucarachas, mi hermano, el cine Gran Teatro con sus manchas de humedad y sus películas de Bud Spencer y Terence Hill, los futbolines, los montones de ladrillos, las ferias, las cáscaras de gambas, las barras de hielo, las tarjetas perforadas, el olor a paño húmedo de los bares, Palomitas de maíz, el tenis electrónico, It's not inusual de Tom Jones, las tostadas con mantequilla, los billares, los Celtas, el jabón Lagarto, Emerson, Lake & Palmer, el detergente Norit, los indios de Pectol, los limones salvajes del Caribe, Tierra de gigantes, Viaje al fondo del mar, el Capitán Trueno, El Jabato, el Seat 127, Diego Valor, los Salesianos, Mugueta, la hostia consagrada, el padre Chema, el puerto de Niefla, los fósiles, el cadáver de mi abuela, el loro de Emiliano, la OJE, O tú o nada de Pablo Abraira...

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