martes, 2 de septiembre de 2008

Al salir de casa

Al salir de casa me he encontrado con un mendigo que me pedía, con un entierro en la iglesia de San Pedro, con un viejo y con varios enfermos e impedidos. Me tenté la ropa, por si esta mañana me había levantado Siddharta Gautama, el Buda o Despierto, o algo parecido, pero no, pues aunque me levante yo a mi hora de las ocho o un poco antes, en realidad me despierto bastante más tarde y sólo llego a mi orto bastante después que lo haya alcanzado el sol.

Luego me encuentro con una antigua alumna de Almagro, a la que recuerdo como una que tuve que suspender; muy cordial, muy buena persona, muy amable; no creo en casualidades, así que sin duda Dios ha querido decirme que sea benigno con las notas, disposición que siempre he querido y quiero tener. Luego me encuentro con la tía de Ana y con una profesora; yo, como siempre, batallando con mi patológica timidez.

La gente anda rara; se ve que aún no han cambiado el chip de las vacaciones; pronto veremos la mutación progresiva de todas estas caras felices y descansadas por las habituales jetas ojerosas y gachas, el ceño fruncido y corva la espalda, cuando vengan los pequeños chamaquitos a atosigar con sus apremios habituales, inofensivos individualmente, pero colectivamente ponzoñosos.

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