viernes, 19 de septiembre de 2008

Caprichos

Más que sus huellas digitales, a uno lo definen sus rarezas, sus caprichos.

Me fascinan los relojes de arena. Cuando mi mujer me dijo qué podría regalarme, sabedora de lo difícil que es encontrar algo que me haga real ilusión, yo le dije: "Un reloj de arena de una hora". Y tuvo que sudar tinta para conseguir uno de media. También me gustan los árboles solitarios, frondosos y lejanos. Las casas desiertas. Las tiendas de muebles y de antigüedades. Los momentos y las personas que te hacen dudar de la realidad. Levantar piedras por cerros ignotos. Lo kitsch, en general, y cualquier cosa que me provoque déjà vu, como algunos rincones de Jaén. Las representaciones artísticas de búhos, de que mi hermano tiene hermosa colección. La escritura antigua, los libros antiguos, los tebeos antiguos. El ruido del agua y el del viento entre las hojas, el canto de los pájaros en sus nidos, pero no el de los canarios. Los loros yacos de cola roja y los amazonas verdes. El olor de las velas y el de las agujas de pino. Algunos cuadros, algunas músicas, algunos pasajes de cine, algunos poemas, algunas prosas. Niños y muchachas risueños y a gusto en un jardín encantado, lejos de la agresividad, del miedo y de la oscuridad. Y esos amigos, los animales y las plantas, cualesquiera que sean.

No es un tesoro que pueda ser muy cotizado en una sala de subastas; qué le voy a hacer; pero these are a few of my favorite things.

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