El 4 de dicembre de 1832 Leopardi escribe la página 4.526, la última, de su Diario. Dice así:
Hay dos verdades en que los hombres no creerán nunca. Una es el no saber nada. La otra es el no ser nada. Añadamos una tercera, que depende mucho de la segunda: no tener nada que esperar después de la muerte.
Qué tétrico, incluso para uno de los pesimistas más negros que ha dado la lírica, incluidos Job, Hardy, Feuerbach, Aleixandre, Neruda o Celan. A eso se reducen Hegesias, Mainländer, Schopenhauer. Incluso los pasajes existenciales, tan duros, del Eclesiastés, que algunos piensan son los más antiguos de este libro del siglo III a. de Cristo, antes de las adulteraciones optimistas posteriores:
¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece. Sale el sol, y se pone, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento tira al sur, rodea el norte; gira de continuo, y a sus giros vuelve una y otra vez. Todos los ríos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde vinieron vuelven para correr de nuevo. Todas las cosas fatigan más de lo que uno puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que ha de ser. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo bajo el sol. ¿Hay algo de que se pueda decir: esto es nuevo? Ya lo fue en siglos precedentes. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después. Dediqué mi corazón a conocer y también a entender la locura y el desvarío; conocí que aun esto era tristeza. Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade sufrimiento. A la risa dije: "Enloqueces"; y al placer: "¿De qué sirves?" ¿Qué podrá hacer quien venga tras el que manda? Nada, sino lo que ya se hizo. El sabio tiene ojos en la cabeza y el necio anda a tientas; pero también entendí yo que un mismo suceso acontecerá al uno como al otro. Aborrecí todo el trabajo que había hecho bajo del sol, porque lo dejaré a otro que vendrá después. ¡Que el hombre trabaje con saber y rectitud, y que haya de dar su provecho a quien nunca lo trabajó! También hay en esto vanidad y mal grande. Todo tiene su tiempo, todo lo que se quiere bajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reir; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz. Vi más bajo del sol: en lugar del juicio, impiedad; y en lugar de la justicia, iniquidad. Los hombres son semejantes a las bestias, porque lo que les sucede un mismo suceso es: como mueren los unos mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad. Todo va a un mismo lugar; todo es hecho de polvo y todo volverá al mismo polvo. ¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube al cielo y que el del animal desciende a la tierra? Alabé yo a los muertos más que a los vivientes y tuve por más feliz que unos y otros al que no ha sido aún, que no ha visto las malas obras que debajo del sol se hacen. He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu. De la mucha ocupación viene el sueño, y de la multitud de las palabras la voz del necio. Al hijo que se engendra nada les queda en la mano. Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; todo el trabajo del hombre es para su boca, y con todo eso su deseo no se sacia. Mejor es oír la reprensión del sabio que la canción de los necios. Porque la risa del necio es como el estrépito de los espinos bajo de la olla. Y también esto es vanidad. Ciertamente la opresión entontece al sabio y las dádivas corrompen el corazón. No seas demasiado justo, ni seas sabio con exceso; ¿por qué habrás de destruirte? Más amarga que la muerte es la mujer cuyo corazón es lazos y redes y sus manos ligaduras. Un hombre entre mil he hallado, pero mujer entre todas éstas nunca hallé. Qué sea amor o qué sea odio, no lo saben los hombres; todo está delante de ellos. Todo acontece de la misma manera a todos; un mismo suceso ocurre al justo y al impío; al bueno, al limpio y al no limpio; al que sacrifica, y al que no sacrifica; como al bueno, así al que peca; al que jura, como al que teme el juramento. Este mal hay en todo lo que se hace debajo del sol: que acontece igual a todos y que el corazón de los hijos de los hombres está lleno de mal y de insensatez durante la vida y después van a la muerte. Los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria se apaga y su amor y su odio y su envidia fenecieron ya y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace bajo del sol. Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados las de los maestros. El hacer muchos libros es tarea sin fin.
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