sábado, 1 de noviembre de 2008

Leyes

La ley es la forma que toma la fuerza para hacerse duradera o, por mejor decir, soportable. La ley, como decía Anacarsis a Solón, es una tela de araña que prende al débil mosquito, pero es destrozada por el gran bicho o pajarraco. Las leyes están hechas para que el poderoso cuando tire los dados saque seis y tire otra vez, mientras que el débil saque uno; a eso algunos lo llaman ley y otros trampa. Las leyes están hechas para quienes tienen dinero y pueden comprar legisladores, abogados, jueces, policías, políticos, verdugos, sacerdotes, periodistas y sindicalistas.

Y, esto dicho, hay leyes y leyes. Una de las peores es la Sharia:

Ni era una mujer, ni tenía 24 años, ni era una adúltera. Si hay un país en el mundo en el que lo malo se convierte en peor, ése es y desde hace décadas, Somalia. Y la historia de Asha Ibrahim Dhuhulow, la supuesta mujer de 24 años lapidada en público el pasado lunes en la ciudad portuaria de Kismayo, es sólo un reflejo. Porque no era mujer, sino casi niña. Asha no tenía 24, sino 14 años. No había cometido adulterio. Había sido violada por tres hombres del clan más poderoso de la ciudad. Ayudados por el tribunal islámico impuesto por las milicias integristas de Al Shabab, la muerte a pedradas de la menor sirvió para borrar todo rastro del crimen.

Y esto, que ocurre en Somalia, sucede también en Europa de forma distinta, con otras palabras, a escala diferente y con otros sujetos. Otro ejemplo: un empresario compra un piso en un edificio situado en el mejor barrio de Bilbao con la intención de comprar a buen precio todo él, compuesto de tres:

Urdió un plan para echar a los molestos propietarios de la planta baja. Alquiló su vivienda, de cerca de 400 metros cuadrados, por un euro al mes a una familia gitana que cumplía a la perfección con el estigma que arrastra su etnia: un clan que vivía en una caravana después de haber sido expulsado de la localidad vizcaína de Sestao por su conducta conflictiva. "Les dejó el palacete con instrucciones de comportarse de la manera más cafre e incordiante posible", cuenta el abogado de la familia denunciante, Ignacio Imaz. La familia asegura que intentó dialogar con el empresario, que reconoció su plan sin tapujos: "Les advirtió de que daría igual si lograban desahuciar a sus arrendatarios, porque en ese caso metería a otros gitanos". Después de 14 meses de boicoteos, consiguieron que un juzgado de Getxo ordenara el desalojo del clan gitano. El caso ha llegado hasta un Juzgado de lo Penal de Bilbao.

Y si no se produjera seguramente no tendría por qué traer esto a colación, ya que un puñado de palabras y un dejarse ver manifestado en un rincón de este planeta no cambiaría más las cosas, como no las cambiaron tres huelgas generales habidas en este país hace algunos años y que el mismo gobierno que las aguantó, que se llamó socialista, se pasó por el ano. ¿De qué sirven las palabras? De muy poco: lo único que pueden provocar es un cambio en las conciencias, y las más veces eso lo provoca más la poesía y la moral que la imbécil ideología. Principios éticos: "Si cada cual limpia su camino, la calle estará limpia", decía kantianamente Goethe. Que cada cual procure mejorarse a sí mismo, y el mundo mejorará o, cuando menos, será un poco mejor mañana que hoy, aunque sea al sacrificado y dolorido estilo Jesús Neira.

Enterremos decentemente algunos muertos que apestan. La española Ley de Amnistía de 1977 va, según la ONU, que recomenda al gobierno español su derogación, contra la Convención de Derechos Políticos y Civiles de 1966 ratificada por España el 27 de julio de 1977: la amnistía en relación con graves violaciones de los derechos humanos está en contradicción con las disposiciones de esta Convención.

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