Para encontrarse consigo mismo uno no tiene por qué ir "camino Soria". Que busque los lugares hacia donde van los gatos, esos dioses menores, que seguro que serán los más tranquilos y alejados del mundanal ruido. Pista: una noticia reciente afirma que por los Montes de Toledo vive la tercera población salvaje de linces ibéricos que queda en el mundo. «El último censo realizado estimó que existían al menos 15 ejemplares, con tres territorios de cría regentados por hembras con crías». Además los hay en la Sierra del Relumbrar y Sierra Morena, en muchos casos en fincas privadas con las que se va promover la colaboración para la conservación.
Los Montes de Toledo son una selva virgen; no me creeréis, pero ahí hay ríos que todavía no tienen nombre, afluentes del Entena; toros rupestres, bosques incultos y espesos, ruinas incógnitas, labradores soprendidos por la noche, hadas, cuevas, esqueletos de bandoleros, simas, carpetanos, setas, haciendas, arroyos, chozos, iberos, duendes de cuento, agujeros, alquerías, ermitaños olvidados, veredas, minas remotas, pastores en la higuera, pueblos abandonados, águilas, canteras, ciervos, lagunas, maquis despistados, herbazales, turberas y jabalíes por todas partes. Quien quiera irse por ese lugar ignoto, no debe ir en coche, porque no hay camino para ir así. Lo más que puede adentrarse de esa manera es hasta los Navalucillos, y llegará mareado por las vueltas, más que si fuera a Cuenca o a los Cerros de la alta Úbeda donde nací y donde murió el medio fraile Juan de la Cruz. Yo he vagado por esos andurriales, y, en La Mancha, es uno de los pocos lugares donde me gusta aposentarme. No tengo que recordar aquí los poemas que dedicó al lugar Eugenio Gerardo Lobo: aquí uno puede perderse verdaderamente, no esconderse, como en Teruel (que no existe) o en una casa de las Lagunas de Villafranca en otoño o en el Valle de los Perales a las afueras de Valdepeñas, en Invierno o en el Palacio del Marqués de Larios, a varias millas de Albacete, a la sombra de sus árboles aromáticos. En los Montes de Toledo, si te escondes bien, nadie te encontrará jamás, a no ser que te encomiendes a la diosa casualidad.
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