miércoles, 3 de diciembre de 2008

Otro viaje a Madrid

Panza de burra el cielo, como si fuera a nevar, pero sin frío bastante. Arriba el Ave al puerto mesetario y se desperdigan los manchegos adormecidos por ese hangar con posibles al que han bautizado como Estación de Atocha. Tomo un cercanías; me toca de compañero de viaje un pobre emigrante mediocolocado, que me pregunta direcciones farfullando confusión y soliloquio. Madrid lo mata. Hay que transbordar, por una de esas obras gallardonescas que obligan a los madrileños a blasfemar en tudesco y a migrar fuera de sus rutinas inveteradas. Llego al Hospital Ramón y Cajal, me atiende la doctora Paulina; creo que me habla en venezolano, porque tiene el mismo acento que mi dentista, Mar Delfina, que es de allende la mar y además rima. Qué tendré para que todo el mundo me reconozca al momento. No falla. ¿Tan inolvidable soy? ¿Tan característico, propio y desenfocado del fondo? ¿Dejo huella, aunque desagradable? No creo, porque sonríe. Me pesan y me sacan sangre (esta vez sí que me localizan la vena a la primera); como la sangre no me marea y el pinchacito me parece soportable observo con curiosidad cómo me pica la mariposa; me toman la tensión y me mandan rellenar un test; me dan cita para febrero. Pues vale, pues bueno, pues me alegro. Como estoy en ayunas, voy a desayunar en el restaurante de la estación, que se ha encarecido de más, y tomo el tren de vuelta. Afuera, la carlinga de un árbol de navidad gigante de acero, rodeado de cinturones como coluros, por cubrir de verde vegetal plástico. Un kiosquillo atendido por más hispanoamericanos, que venden churros y baguetes. Otra vez las esculturas en pelotas de Baltasar Lobo, con su muslamen espectacular, culos ingentes y bustos arracimados y como en cera goteante. Me arrepiento de haber llamado a esos engendros chicle mascado, porque me gustan. Nada, siguen sin tener el cuarto tomo del Diccionario de filosofía de Ferrater Mora, ni tampoco tienen lo que me falta de Dickens. Aún me da tiempo de subir la Cuesta de Moyano y espantar a la inefable y quejumbrosa bruja librera de la caseta 22, a la que le hace falta un kilo de venlafaxina. Albricias, un autor inédito manchego, Rafael Pérez, que fue actor a comienzos del siglo XIX y escribió un inédito Madrid en 1808. Relación de cuanto ocurrió cada día en aquel año desde el Motín de Aranjuez, y de las noticias que corrían diariamente. Por lo visto nació el 5 de octubre de 1775 en Quijorna, provincia de Toledo por entonces, pero ahora en Madrid. Podemos considerarlo manchego, y él mismo ofrece muchas noticias sobre la Mancha. La edición está al cuidado principalmente de Joaquín Álvarez de Barrientos, que la ha introducido y anotado con rigor. También me llevo algo más caro, la Historia de la Literatura arábigo-española del arabista conquense Ángel González Palencia, por 23 euros, que me parece caro, aunque en Internet se consigue entre 32 y 82, sin contar portes. Además he tenido que aguantarme las ganas de comprar las memorias de María Asquerino y la Gramática del español contemporáneo (Madrid: Ediciones Guadarrama, 1968) de Martín Alonso, de quien he visto además unas obras literarias completas por cincuenta euros. He leído ahí una necrológica del padre Ayala, al que demuestra conocer bien, incluso su verdadero nombre, y cuya pedagogía y costumbres (iba además mucho al Café Gijón) alaba mucho y donde se dice que el mismo Alonso estudió con él en Ciudad Real. ¿Cómo es eso? Tengo que investigarlo. Pero es que hay tantas cosas que mirar... No, imposible, se llevan seis años y más bien creo que lo conoció en Salamanca, cuando estudiaban ambos filosofía y letras, el cura algo después, a causa de su mala salud y porque era su segunda carrera... Ángel Ayala no llegó a terminar ninguna carrera... así le salió la pedagogía jesuita de liberal y de abierta; todo un hallazgo derivado de su espantosa salud. Aquí lo dejo apuntado. La necrológica es curiosa y bien escrita, con datos de interés, y creo que no aparece en los libros que se han escrito sobre él por aquí, así que me gustaría copiarla cuando tenga ocasión. Los seis preliminares que aparecen en los dos volúmenes de sus obras completas son deliberadamente elípticos sobre su biografía, sin incluir su lugar de nacimiento ni el año; creo por ello que debio tener veleidades republicanas; también lo sospecho porque no fue introducido en la Real Academia de la Lengua Española. El caso es que nació en Valdunciel, Salamanca, en 1903, y fue discípulo de Unamuno. Me he documentado y le he escrito una corta biobibliografía para la Wikipedia, que podéis leer aquí.

Por ahí he visto otras cosas que ni sueño con poderme comprar, tan alto precio alcanzan para mis cortas posibilidades: unas obras completas de Platón, (tengo que conformarme con mis diálogos sueltos) una La novela corta española de Aguilar, los varios tomos de la Historia de las Guerras Carlistas de Pirala reimpresos por Turner, el Orlando furioso de Ariosto en italiano, muy barato, en dos volúmenes. Una antología bilingüe de poesía inglesa del siglo XIX, el índice de libros prohibidos actualizado del fachendoso toledano León Carbonero y Sol, quien era , quien era, sin embargo, la mayor autoridad en enigmística y literatura potencial en castellano del siglo XIX, lo que no se suele conocer por estos lares, ya que por ahí le tienen por sevillano y no por manchego; y carísimas ediciones de bibliografía sobre Pedro Vindel y de su nieto Francisco, de los mejores bibliógrafos manchegos, pero al prohibitivo precio de dos centenares de euros.

En fin, que bajo la cuesta de Moyano contrito y abatido por tener los deseos bibliográficos de un archiduque y el sueldo de un peón caminero para poderlos satisfacer.

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