I
En la poesía —como en toda actividad artísitica— todo el que aún está dominado por el afán de querer "decir" algo, de querer producir algún efecto, no es digno de ingresar tan siquiera en el atrio del arte.
Todo espíritu discrepante, toda sutilización y altercado con la vida, evidencian un estado de pensamiento aún desordenado y deben permanecer excluidos del arte.
El valor de la poesía no lo decide el sentido (de lo contrario sería ella acaso sabiduría, erudición) sino la forma; esto no es nada exterior, en absoluto, sino aquello hondamente suscitante en medida y sonido, en virtud de lo cual en todas las épocas los primigenios, los maestros se han diferenciado de la posteridad de artistas de segundo orden.
El valor de una poesía tampoco está determinado por un hallazgo individual en el verso, la estrofa o la fracción mayor por más afortunado que fuera... Sólo la combinación, la relación recíproca de las distintas partes, la necesaria consecuencia de un elemento a partir del otro caracteriza la alta poesía.
La rima es un mero juego de palabras cuando entre las palabras unidas por ella no existe una íntima unión.
Ritmos libres significa tanto como blanca negrura; quien no pueda moverse bien en el ritmo que ande sin ataduras.
La medida más estricta es a la vez la suprema libertad.
II
La esencia de la poesía es como del sueño: que el Yo y el Tú, Aquí y Allí, Una vez y Ahora existan uno junto al otro y lleguen a ser una y la misma cosa.
La impresión más honda, la sensación más intensa no garantizan un buen poema. Ambas deben primero convertirse en el sonoro estado de ánimo que exige cierta paz, incluso cierto regocijo. Esto explica por qué no es genuino todo poema que aporte negrura sin ningún rayo de luz. A algo semejante se aludía probablemente antes con lo "ideal".
La belleza no está al principio ni está al final, es punto culminante. Las más de las veces conmueve el arte en el que se percibe la respiración de espíritus nuevos aún dormidos.
La poesía tiene una posición especial entre las artes. Sólo ella conoce el misterio del despertar y el misterio de la transición.
Poesía como evocación
ResponderEliminarLa poesía es evocar en pocas palabras lo inabarcable, dejarse entrever, mostrarse e indicar. El arte evoca con las más variadas sustancias que imaginarse pueda.
A poco más podemos aspirar los humanos. La mimetización y la forma serán cambiantes, pero el poso es la insignifcante grandeza de ser un observador de observadores y el interés por compartir nuestra percepción con las demás, precisamente a través de su percepción.
El estilo es la receta, pero los alimentos han de ser frescos, naturales, del día. Más qué difícil se nos hace ir a buscarlos a la huerta, cuando la industria cultural te los ofrece enlatados, en grandes cantidades, en todas partes, a precios irrisorios. Hay canciones lapa que cuando las oyes, aún sin querer, se pegan a tu oído y las reproduces en lugares insospechados, y te sorprendes de tararear el estribillo de aquel bodrio.
Un día en la facultad, el profesor de imagen preguntó al auditorio quien no había visto Titanic. Alzé el brazo, apenas solo, y envalentonado aseguró que los pocos alzados no estábamos interesados en el audiovisual, pues, en esos días no se podía obviar dicha película. Ni corto, ni perezoso respondí (resulta que en la facultad, cosa distinta es la vida cuartelera del trabajo, no me importaba exponer y defender mis razonamientos, sería por considerarla el templo del saber): No estoy de acuerdo, ¿qué hay en ella que no pueda haber visto en otras?, ¿qué necesidad tengo de ver lo que me impone la industria? He visto y veo muchos clásicos, pioneros que inventaron el lenguaje del cine y disfruto más de ellos, sin hablar de perder tres horas de mi tiempo para soportar un culebrón. Aceptó el razonamiento, no estábamos en el cuartel. Claro que éste, en otra ocasión, cuando afirmé en voz alta que extremar la planificación iba en contra del arte del cine, contestó de forma seca: qué has dicho ¿arte?, yo no he hablado en ningún momento de arte, sino de la industria audiovisual. Si hubiera sido mi productor quizá nos hubiéramos complementado.