miércoles, 22 de julio de 2009
Mi experiencia con la escritura narrativa
La escritura de una novela necesita del suficiente caos para engendrar un cosmos, pero si intento alzar una, los problemas técnicos me caen encima sofocándome y atribulándome, y me impiden encauzar debidamente la prosa y sacar de todas esas ruinas las columnas y vigas del edificio. Está también el problema de cultivar la fantasía, porque si la fantasía no se cultiva, el argumento no se produce, y para eso es necesario el aguijón de unas compañías que, en Ciudad Real, es imposible conseguir. Otro es muy opuesto, la hostilidad ambiental: cuanto más solo está uno, más caja de resonancia tiene la prosa y más sólida deviene la novela, pero la soledad es una flor rara difícil de conquistar en la sociedad moderna y las distracciones asedian por doquier. Por otra parte, encontrar el tono de la prosa y la persona gramatical adecuada. Como inclinado a la lírica prefiero la primera, me sale naturalmente, es lo que más me hace avanzar, pero eso me impide mirar las cosas desde diversos puntos de vista y enriquecer el panorama; la primera persona es muy sofocante en una novela extensa, como puede ver cualquiera que se haya leído Bomarzo, La canción del pirata y otras novelas por el estilo. He pensado alternar dos monólogos enfrentados y no he desechado todavía esta idea, que podría terminar estructurando la obra, pero parece muy mejor dejarlos incrustados en la amalgama de la tercera, que une más. Luego está el problema del marco, no la acotación de época y tiempo, sino el artificio necesario para "suspender la incredulidad ", esto es, disgregar y difuminar la falsía del acto literario y separar lo más posible al autor del narrador para facilitar la entrada del lector; enrollarlo en fácil, pero es que uno tiende siempre tanto a la primera persona que puede terminar comprometido y no distanciándose lo suficiente o escribiendo otra novela. Mi narrador podría ser el hijo de Francisco de Paula Martí, o Galdós, o un investigador que es un profesor quemado... Podría recurrir a una sucesión de monólogos, a apilar, superponer o falsear documentos en mixtura novelesca de escritura desatada... Cuanto más lo miro, más necesaria veo la tercera persona. Luego está el problema de los personajes; dejo aparte los que están ya en mi cabeza, bien delimitados, pero otros se alimentan de personas que he conocido: mi padre, mi madre... Algunos novelistas suelen recurrir a fotografías anónimas de ellos. Por último, está la disciplina: escribir siempre algo todos los días, para al final coagularlo todo. Por último, los subtextos y los ritornellos que sirven para levantar un andamio sobre los huesos de la tradición. En fin, se hace camino al andar
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario