Jacobo G. García, "El Falcone español tira la toalla", El Mundo, 8 -VI-2010.
Desde hoy Guatemala es menos democrática, menos libre y menos transparente. Y no lo es porque Carlos Castresana (53) ya no esté al frente de la Comisión Internacional Contra la Impunidad (CICIG) y haya tenido que dimitir ante la campaña de acoso y derribo a la que estaba siendo sometido. Lo es porque el país ha quedado en manos de los "intocables", porque el fiscal general del Estado tiene vínculos con el narcotráfico y porque el equipo que deja Castresana, 50 de ellos guatemaltecos, pueden ser, a partir de ahora, fácilmente asesinados porque carecen de los medios y la protección que las autoridades debían proporcionarles. Si fuera en otro país cabría la suerte, si se trata de Guatemala, donde entre el 96 y el 99% de los delitos quedan impunes, el asunto se convierte en cuestión de tiempo.
La decisión ayer de Carlos Castresana de abandonar la CICIG después de tres años al frente de la misma pero 15 meses antes de que finalizara su misión cayó como un jarro de agua fría en un país que vive al borde de la legalidad y que se enfrenta sin instituciones ni medios al crimen organizado. Desde ayer también sin Carlos Castresana, porque ya dijo basta.
La última vez que Guatemala apareció en estas y en otras páginas internacionales fue a raíz del paso de la tormenta Aghata que dejó decenas de muertos y un profundo agujero en la capital centroamericana del que se hicieron eco todos los medios de comunicación del mundo. Sin embargo un temporal aún mayor y más silencioso golpea desde hace años el bello y pequeño país centroamericano sin llamar la atención: la impunidad. Un desastre sin embargo con el que la comunidad internacional, como en cada huracán, se volcó con la creación de la CICIG, un organismo avalado por la ONU y financiado por gobiernos extranjeros destinado a impedir que Guatemala se convierta en un estado fallido penetrado hasta el tuétano por el narcotráfico y la corrupción.
Con este objetivo, y por orden del secretario general de la ONU Ban Ki-moon, Castresana formó un impecable equipo de más de 250 investigadores, abogados, criminalistas y técnicos llegado de más de 20 países. Un equipo que durante tres años emitió más de 140 ordenes de captura, muchas de ellas dirigidas por primera vez en el país contra "los intocables". Un pequeño grupo de personas que durante décadas ha manejado el país a su antojo y relacionados con estructuras criminales y entre los que se encuentra el ex presidente Alfonso Portillo (2000-2004) y una docena de ex militares de alto rango que acabaron en la cárcel. Junto a él, otros doce casos de "alto impacto" ha permitido investigar redes de corrupción y grupos de narcotraficantes nunca antes molestados. Redes que ponían y quitaban presidentes, ministros, jueces, militares, jefes policiales o defensores de los derechos humanos. Por primera vez lo importante no es el número de encarcelados si no el nivel de los mismos.
"Magistrados, empresarios, políticos, diputados" que están en las nóminas de las estructuras criminales, y que desde los puestos públicos que ejercen, defienden y procuran impunidad para sus miembros. Se trata de redes de corrupción surgidas hace 20 o 30 años en el contexto de la guerra interna que padeció Guatemala entre 1960 y 1996, y que "hoy trabajan simplemente por dinero". Grupos que se protegen entre sí, y que "cierran filas" cuando sienten que la Justicia les empieza a acorralar" explicaba Castresana en una entrevista reciente. Redes criminales que hasta ayer vivían sintiendo el aliento de la CICIG en el cogote, pero que hoy respiran mucho más tranquilas tras su salida del cargo.
Su trabajo ha despertado admiración y reconocimiento, pero también ha generado desconfianzas, especulaciones y suspicacias en algunos grupos conservadores de la sociedad que cuestionan su trabajo por considerar que su misión vulnera la soberanía del país al actuar como un "súper policía extranjero", que ordena a las instituciones guatemaltecas qué hacer y cómo hacerlo.
"Yo ya no puedo hacer más" dijo el propio Castresana en su última rueda de prensa.
Amenazado de muerte, acosado y perseguido, hasta su despedida Carlos Castresana llevaba una vida monacal rodeado de medidas de seguridad para evitar el asesinato del único hombre que se había atrevido a poner contra las cuerdas a las estructuras criminales y a la red de poderosos que las alimentan. Porque como el juez Giovanni Falcone dijo en su día, para acabar con los jueces independientes "primero se intentan corromper, luego amenazar, después desacreditar y por último asesinar". Así que Castresana había asumido durante muchos meses todos esto. Pero lo del nombramiento del fiscal general Conrado Reyes fue demasiado.
Así que Castresana, durante su despedida, pidió al presidente Álvaro Colom la destitución de un tipo que acumula un "record de corrupción", que llegó al poder tras un proceso regado de irregularidades, vinculado al narcotráfico a través de su bufete de abogado y cuyas primeras ordenes fueron destinadas a desmontar todo el trabajo de Castresana y disolver las investigaciones puesta en marcha para frenar la penetración del crimen organizado en el ministerio de Gobernación, la justicia, la policía o las cárceles.
Castresana se despidió disparando con bala y aportando nombres y apellidos; Álvaro Colom y Conrado Reyes. Presidente y Fiscal General del Estado. Guatemala se enfrenta a una delincuencia que ha conseguido desbordar sus instituciones. Hay que ayudar a recuperarlas. "Ahora les toca a ustedes", dijo a modo de despedida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario