Me he tomado un tiempo para analizar la dichosa Cienciología, sólo porque un compositor que me gusta, Mark Isham, autor de The host of seraphim, El refugio del serafín, es de esa caterva. Se trata de una superstición que te puece dejar sin blanca, porque sigue más o menos el esquema de financiación del Opus, una religión para triunfadores que tienen que pagar religiosamente sus carísimos cursos; es una especie de amalgama de Neoplatonismo y Neopitagorismo. ¡Quién se podía imaginar que todavía en estos tiempos habría manifestaciones de estas escuelas helenísticas! Pues sí, la hay: la Cienciología es una. Del Neoplatonismo tiene la creencia en un mundo superior y más perfecto y en jerarquías de pureza; del Neopitagorismo, la creencia en la reencarnación, en una mística científica y en el número, entendiendo como tal el dinero y eso de que tanto tienes, tanto vales. Creen en una especie de demonio llamado Xenu o Xemu y en una especie de evangelio de chaladuras con el que cualquier lector de ciencia-ficción se limpiaría cómodamente el pompis. Sus creyentes creen ser amalgamas de almas, de las cuales sólo una está en posesión de la verdad; su curación consiste en ir arrancándose todas esas caretas falsas.
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