Entre las muchas biobibliografías que he tenido que espulgar este verano para hacerme mi lista de nombres que reseñar para la Historia de la literatura manchega, he tenido que leerme la monumental edición de Antonio Astorgano Abajo, publicada en Madrid en 2007. Es un trabajo impecable y de anotación caudalosa aunque apropiada; como es natural, abundan las noticias de jesuitas conquenses, que Hervás, natural de esas tierras, conocía mejor. Se deja ver que Aguilar Piñal omitió mucho e importante y no usó la obra, así que la lectura ha sido provechosa, porque rescata personajes manchegos ignorados hasta ahora, desde autores de importancia minúscula, como Juan Ignacio [Alejo] Barranquero, nacido en Garcinarro, Cuenca, y teólogos y autores de sermones que importan poco a mi objeto hasta autores ya conocidos pero mal estudiados que reverdecen laureles, como Andrés Marcos Burriel, o personajes fascinantes como el historiador Juan Mateo Garzón, el científico Ignacio Muñoz y Robles, el naturalista José Sánchez Labrador y alguien que me interesa en especial, Antonio de Prieto, un astrónomo conquense que residió en San Clemente y es muy posible conociera a nuestro León de Arroyal y ayudara en los trabajos astronómicos de su coterráneo Hervás; acaso su trabajo sobre las auroras boreales tuvo algo que ver también con la denotada obsesión por ellas que se percibe en los trabajos del ciudarrealeño de Cardenete (Cuenca) Manuel Núñez, ya estudiado por mí; esos trabajos fueron publicados en el Memorial Literario y van más allá de la física del padre Jacquier.
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