sábado, 11 de septiembre de 2010

El futuro

Ya está claro que está oscuro: el futuro de nuestros hijos (en el caso de que haya alguno que los tenga, porque no está de moda eso de querer y cuidar a la gente menuda) será peor que el nuestro a su edad. Definitivamente, hemos sido una generación afortunada menos en eso; en Andalucía se ha aprobado ya un decreto que deja a las empresas privadas la gestión de las plantillas y el empleo de los funcionarios públicos... Lo que en la película Up in the air, aplicado a los hasta ahora invulnerables funcionarios; así, como suena, y similar medida ha sido ya aprobada para toda España. Y lo peor es que nadie va a protestar. De hecho, en Andalucía nadie ha protestado; incluso allí se ha privatizado ya la cultura y, por ejemplo, los museos son gestionados ahora por empresas privadas, elegidas por clientelismo, corrupción o amiguismo por ese tipo de dictadorzuelos con patente de voto cerril e ignorante que son los politicastros. Ya lo decía Romanones, el de los cojones: dejaos de leyes y dejadme los reglamentos. Se parirán huérfanos y nos reiremos a gusto de los que creen que la democracia es interactiva.

Ya está claro: el planeta se calienta y se parece cada vez más al infierno, si no lo es ya. No nos hacen falta demonios, tenemos políticos, curas, periodistas y economistas que hacen más o menos la misma función. Y lo peor, nos tenemos a nosotros mismos, cada día más egoístas, codiciosos e ignorantes. Arde lo poco que queda de los bosques, se inflan los hidratos de metano bajo el mar, se preparan para caer los asteroides de amargo ajenjo sobre el ya contaminado mar, el ruido insoportable de la calle semeja a la séptima balada triste de vuvuzela y arden los Coranes y las Biblias. Nadal, esa bestia parda y bíblica, saca un triple 666 a Youzny, que se conforma con un 234, y el falso profeta El País anda soltando jeremiadas. Tenemos más de la mitad de los parados de toda Europa y más extranjeros que ningún otro país de la misma, por si no nos bastara con catalanes, vascos y otras quince denominaciones de origen de pepino huertano; los políticos más perros y vendidos, ciento cuarenta mil alumnos más y seis mil cuatrocientos profesores menos, el síndrome del eterno retorno en la creatividad -sólo hay que sufrir la tele, el cine y la re-creación artística para potar sin ayuda-, y lo que es peor, anestesia periodística y ninguneamiento a mansalva para celebrarlo. Harto de tanto calor, un pobre hombre se ha quemado a lo bonzo como un Corán (o como una liturgia romana) ante los juzgados de Sevilla y nadie se ha preguntado por qué. Como es natural, ni siquiera avisó de sus intenciones a la prensa. Sin piel, y reducido a carne viva, lucha sin ganas por su vida en un hospital de gente dormida y que mira a otra parte.

1 comentario:

  1. Al pairo de sus observaciones me he preguntado siempre si la tolerancia que tenemos hacia todas estas cosas es producto de nuestra inteligencia (compresión del fenómeno) o de nuestra estupidez y borreguismo al aceptar todas las injusticias

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