Valga por Góngora y demás. No soy fumador y, aunque para mí a los fumadores habría que encerrarlos en campos de exterminio y llevarlos a hornos crematorios que los transformasen en ceniza y humo y ni siquiera les dejaría la última voluntad de fumarse un pitillo, soy tolerante, y la prohibición de fumar, aunque redunde en el bien de los camareros y demás, no debe ser demasiado estricta, tal como quieren imponer. Soporto los humos de la gente como soporto muchas cosas, empezando por uno mismo. Que es la carga y la adicción más difícil de soportar.
Todo esto a cuenta de un indignado, pero tramposillo artículo de Francisco Rico en que abomina de la ley contra el tabaco. Dice ahí que fomenta el indigno papel de psicofantes, malsines y catarriberas, agregando en postdata que no es fumador; cualquiera que lo conozca sabrá que fuma por los codos y que si lo dice tendrá una razón no venial para suscitar el reflejo automático y esperado de la imputación; es una sutileza propia de un sofista o teólogo medieval, para docere que sus argumentos hay que tenerlos en cuenta sin tener que inspeccionar la vida íntima de las personas. En eso estoy de acuerdo, porque enseguida han salido como setas los que dicen que él es fumador, dándole la razón en el sentido de que la ley autoriza la delación impune y la malsinería.
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