miércoles, 24 de abril de 2013

Una historia de posguerra: Castor García Rojo


Fue un escritor notable e incluso mejor persona, un héroe manchego que lo arriesgó todo cuando lo fácil era no hacerlo, por lo que su nombre y verdadero valor permanecieron ocultos en una época, la franquista, en que se destacaba solo por lo que no se era. Ahora ocurre lo mismo, con toda esa generación de políticos neofranquistas, autopresuntos héroes de la Democracia; pero, bien lo sabemos, los tiempos se toman su tiempo en cambiar... y algunas personas no cambian  nunca si pueden aprovecharse de ello; algo que no hizo nunca Castor García Rojo.

Castor García Rojo (Castellar de Santiago, 1895- ¿?) fue un funcionario del cuerpo de prisiones, en cuyo escalafón llegó a director. Los presos lo llamaban "el Cristiano", porque era muy buena persona. Pero, como un pequeño José Bergamín, este hombre sintonizaba la espiritualidad con el anarquismo, de modo que colaboró con  la Agrupación X de la CNT, una red carcelaria clandestina formada por miembros del sindicato. Qué paradoja: en realidad no se jugaba nada, sino ir a parar a la misma prisión en que estaba, pero esta vez como preso. 

Muchas obras suyas se han perdido; yo he rescatado algunas de librerías de viejo a poco precio. Sin duda alguna, su mejor novela es Sanatorio de almas, que tuvo cuatro ediciones en unos veinticinco años. La primera (Alcalá de Henares: imprenta de la Escuela Industrial de Jóvenes, 1926, lleva un prólogo del famoso general republicano, también manchego y escritor, Juan García Caminero, en realidad Juan García Gómez-Caminero (Valdepeñas, 1871 - 1937), no solo autor de tratados teóricos de medio millar de páginas como De la guerra (Cádiz: Imprenta de la Revista Médica, 1925),  sino también de un estudio sobre el colonialismo, El problema ibero-americano, (Madrid: Plus Ultra, 1926), con prólogo del famoso médico y escritor alcalde de Madrid José Francos Rodríguez, masón como él, de alguna novela en francés publicada en Brasil y otra en castellano, Aparece Sanjurjo (1924), que tengo también entre mis libros, así como un puñado de piezas teatrales y un compendio de máximas morales. Pero ya he hablado en otro lugar de este sujeto, y me apresuro en añadir que en esta larga narración García Rojo utilizó su experiencia humana como moderno regenerador de presos en la línea de  Concepción Arenal, aquella dama del XIX que se vestía de hombre para poder acudir a estudiar derecho en la Universidad, y que no alcanzó título alguno, porque no se concedían a las mujeres, a pesar de ser reconocida como una autoridad en derecho penal en toda Europa y América. Sanatorio de almas es una novela que cuenta la regeneración integral de un preso, algo que tan bien ha descrito en Los miserables Víctor Hugo, desde una perspectiva típicamente española. La segunda edición vio la luz en Almagro, en la famosa Tipografía del Rosario, en 1928, con un retrato del autor, como compruebo por mi ejemplar. 

Por entonces colaboraba en el semanario Renovación de Almagro, donde he visto un artículo suyo publicado en 1931; para mí que sufragaba este semanario el Conde de Padul, asociado al partido monárquico y maurista Renovación Española, especialmente su primo Fernando de Contreras, que publicó en la Tipografía del Rosario su tocho Ideales dominicanos (1924), que tengo delante. Este benefactor protegió mucho la restauración de los dominicos en Almagro, soñando incluso la creación de una universidad católica como la que hubo en el pasado. Pero en ese mismo año 1931, el de la caída de la Dictadura de Primo de Rivera, publicó Castor García Rojo El espejo de la realidad, 1931, que cuenta un hecho verídico: la construcción y ruina de una central eléctrica en su pueblo natal de Castellar, cuyo nombre apenas disimula. Asimismo hizo una tercera edición de su Sanatorio de almas, sin cuna, año ni editorial, posiblemente en Vigo o Canarias, lugares adonde había sido trasladado como oficial de prisión preventiva; en el archipiélago publicó algunas novelas cortas sueltas como Una mujer difícil. Estalló la Guerra Civil; en los primeros momentos de desorden, fueron fusilados todos los frailes del convento almagreño y la activa vida cultural que promovían se fue a hacer puñetas. Pudo, sin embargo, hacer una cuarta edición de su exitoso Sanatorio en Valencia: R. Gimeno, sin duda en los años ya  posteriores a 1941, cuando ve la luz en la capital levantina su Canarias (V.: América, 1941). 

Gracias a Rafael Montaner (Diario Levante, Valencia, 2 de mayo 2005) sabemos que en la prisión de Valencia conoció a Isidro Guardia, un militante valenciano de la CNT nacido en 1921 que perdió su juventud en las cárceles de Franco. Por arrojar cinco mil octavillas en Valencia padeció 21 interminables días de torturas y palos a granel en los sótanos de la Jefatura Superior de Policía, tras los cuales fue encerrado medio muerto en la cárcel. Su caso lo conmovió y, habiendo simpatizado con la CNT hasta el punto de colaborar con la agrupación X, una red clandestina carcelaria formada por miembros del sindicato, suministró a los presos de la agrupación diversos recortes de periódicos y los boletines informativos que emitían los consulados europeos de Valencia, y sacó clandestinamente entre 1946 y 1950, en el doble fondo de una fiambrera, desde el interior de la cárcel de San Miguel de los Reyes, centenares de artículos de Isidro Guardia que se publicaban después en París, México y Nueva York, en la prensa del exilio republicano: España Libre y Comunidad Ibérica, por ejemplo. Guardia empezó a escribir instigado por los presos catalanes y pronto llegó a escribir un artículo cada diez días, porque en 1946 todo el mundo esperaba que Franco cayera tras la victoria de los Aliados en Europa, como habían caído Hítler y Mussolini, pero no fue así. 

Con los materiales de García Rojo confeccionaba Guardia un periódico manual para los presos; firmaba sus colaboraciones con los pseudónimos de Codine y Juan Lorenzo y estuvieron a punto de cogerlos en 1947, cuando desarticularon el Comité nacional de la CNT en Valencia, del que Guardia era la voz oficiosa, e hicieron varios registros en la cárcel, pero hubo suerte, porque uno de los cenetistas, enfermo desahuciado, asumió las culpas y la investigación fue parada. Es imposible saber si García Rojo era un topo del coronel Blanco, jefe del SIM o Servicio de Inteligencia Militar, habiéndose destruido sus registros (por supuesto que interesada y anticonstitucionalmente, no como se hizo con la República Democrática Alemana, que conservó abiertos al público y los investigadores los ingentes archivos de la Stasi), pero todo parece afirmar que el riesgo que sufrieron Castor García Rojo e Isidro Guardia fue real y auténtico. Este último, conmutada su pena de muerte a cadena perpetua, pudo salir en libertad vigilada en 1950 tras diez años de prisión. 

La obra de García Rojo fue progresando, siempre con ese contenido humano y esa profundidad que la hacen tan grata. Publicó, primorosamente ilustrado con grabados de Federico García Calvo, su libro de ensayos y pensamientos Jardín Espiritual (Valencia: tipografía de Gráficas Calvo y taller de Impresos Cosmos, 1947), seguramente su libro más denso, y cinco novelas cortas para niños "y mayores" y "para forjar hombres", como frecuentemente acompaña los títulos, en Bilbao, entre 1950 y 1951. La última obra suya de que tengo noticia es El libro de la vida. Sinfonías del dolor. [S.l. s.n., 1960] Sus coterráneos de Castellar de Santiago no lo han olvidado, y han puesto su nombre a una calle en su pueblo. Aquí, en Ciudad Real, tenemos menos imaginación, menos cultura o más desprecio; qué más da.

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