viernes, 26 de septiembre de 2008

Literatura comparada

Es increíble lo que "molan" los artículos de literatura comparada. El mío sobre el donoso escrutinio causó sensación, y le encantó a escritores como Fernando Báez o Alejandro Zerpa; este último incluso lo copió en su blog. Fue muy leído en toda España y por todo el extranjero, a pesar de lo largo que era, y lo incluyeron en las bibliografías cervantinas y las del Instituto Cervantes. Salvo por aquí, como es natural, donde no recibió ni un sólo comentario, a pesar de haber sido impreso. Suele ocurrir. Bueno, miento: es lo que pasa siempre (que...) Lo que suelen aducir los ninguneadores de siempre es lo tópico: engreimiento. Si se lee por pasiva enseguida se ve el pie de que cojean algunos; falta un poco de ética protestante en este país llamado ninguna parte.

Me gustaría escribir algo más sobre literatura comparada, pero tengo que dar clases y redactar otros libros. Algunos bien intencionados me preguntan: ¿de dónde sacas el tiempo? De un inmoderado entusiasmo por lo que escribo. Si uno se divierte trabajando, el tiempo más largo se le hace escaso y le vuela. Por ahí tengo pendiente un artículo muy entretenido sobre pasticheros literarios españoles al que le vengo dando largas desde hace mucho. Extrañará a cualquiera que me vea con la cara de muerto sin enterrar que tengo, pero abrgo la costumbre de redactar prosa de humor y artículos de Inciclopedia. La procesión va por dentro.

Nadie escribe que no tenga mucho que decir; eso es porque está hecho un enorme lío, un nudo gordiano de agárrate y no te menees; en consecuencia, hay que desenredar el ovillo de la prosa y soltar el hilo del renglón hasta que uno se siente suelto y libre; la araña y el gusano de seda son las metáforas usuales de ese proceso que en el segundo caso desemboca en una metamorfosis. Tal y como apuntaba Umberto Eco, la prosa sirve para ordenar la experiencia humana; es una terapia, una curación, una catarsis, como quería Aristóteles, en sentido trágico o cómico, una limpieza, una cagada, una diarrea o una vomitona de borracho o de enfermo, una puesta en orden de nosotros mismos; se realiza con identidad. Un prestidigitador puede sacarse una interminable cinta de la boca, una solitaria de varios metros de largo. Jorge Guillén escribía "siento que un ritmo se me desenreda" para explicar su proceso poético. No sé, o sé demasiado: el parto es una separación o una relación a distancia fruto de un hartazgo indisimulado de vida, de un festín triunfal. El desequilibrio psíquico que supone el instante previo a la creación viene seguido de un intento de equilibrio que supone la confección de la obra artística independiente y autónoma en sí misma. Nietzsche decía que el arte convierte la realidad en algo que se puede soportar, es decir, que es una reafirmación del hombre contra el mundo. Inversamente, la realidad desdeña, rechaza y quiere destruir al hombre, para lo cual se sirve hasta de su misma genética, hasta del mismo contenido material del arte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario