viernes, 18 de abril de 2008

Amor

Cervantes, en El laberinto de amor, vv. 1861-1864:

Es el amor, cuando es bueno,
deseo de lo mejor;
si esto falta, no es amor,
es apetito sin freno.


Y esos animosos versos:

No hace al caso que prevengas,
todo el toque está en que tengas
un gallardo corazón,
no para entrar en peleas,
que en ellas no es bien te pongas,
sino con que te dispongas
a alcanzar lo que deseas
cuéstete lo que costare:
que, si tu deseo alcanzas,
no hay cumplidas esperanzas
en quien el gusto repare.

El teatro de Cervantes está minusvalorado. Hay obras magníficas, no sólo la Numancia. Los baños de Argel, por ejemplo. Está sacada de la experiencia del propio autor, que bien lo dice al final:

No de la imaginación
este trato se sacó,
que la verdad lo fraguó
bien lejos de la ficción.
Dura en Argel este cuento
de amor y dulce memoria,
y es bien que verdad y historia
alegre al entendimiento.

Especialmente me gustan de esta obra esa serie de encadenados piropos que da Don Lope:

¡Oh extremo de los extremos,
de amor, que las almas doma!
¡Salud de mi enfermedad,
arrimo de mi caída,
de mi prisión libertad,
de mi muerte alegre vida,
crédito de mi verdad,
archivo donde se encierra
toda la paz de mi guerra,
sol que alumbra mis sentidos,
luz que, a míseros perdidos,
los encamina a su tierra,
vesme aquí a tus pies postrado,
más tu esclavo y más rendido
que cuando estaba aherrojado;
por ti ganado y perdido,
preso y libre en un estado;
¡dame tus pies sobrehumanos
y tus alejandras manos,
donde mis labios se pongan! 2663-2684.

Y sobre todo ese cristiano de fe demoledora, que se echa al mar en busca de libertad de una forma que da grima:

¿Qué ha hecho este cristiano?

MORO:

En este punto,
en una extraña y nunca vista barca,
casi una legua la mar, en este punto,
le acabé de coger.

REY

¿Pues de qué modo
era la barca extraña?

MORO

Era una balsa
hecha de canalejas, sustentada
sobre grandes y muchas calabazas,
y él, puesto en medio en pie, de árbol servía,
y sus brazos, de entena, en cuyas manos
servía de vela una camisa rota.

REY

¿Cuándo entraste en la barca?

CRISTIANO

A medianoche

REY

¿Pués, cómo en tanto tiempo no pudiste
alejarte de tierra más espacio?

CRISTIANO:

Sultán, no me servía de otra cosa
sino de no anegarme, y sólo iba
confiado en el Cielo, y en el viento
que, próspero y furioso arrebatado,
la mal formada barca la aportase
en cualquiera ribera de cristianos;
que ningún remo o vela fuera parte
a hacerla tomar curso ligero.

Y esa preciosa escena en la que cantan distintos romances, como el de los cuatro cristianos que en la playa de Argel "con los ojos del deseo / están mirando a su patria", "la patria por quien suspiran / que huye y no los espera" con el estribillo "¡Cuàn cara eres de haber, oh dulce España!". Ahí está además ese admirable zéjel:

Aunque pensáis que me alegro
conmigo traigo el dolor.

Aunque mi rostro semeja
que de mi alma se aleja
la pena, y libre la deja,
sabed que es notorio error:
conmigo traigo el dolor.

Cúmpleme disimular
por acabar de acabar,
y porque el mal, con callar,
se hace mucho mayor,
conmigo traigo el dolor.

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